27.2.07

Realidad Nacional, o el juego de palabras (por decreto).




Cuando leáis esto ya habremos celebrado (por decreto) las actividades del Día de Andalucía. Y habremos hecho el escudo, el mapa, los trajes típicos,...todo con un regusto añejo, aderezado por la lectura de algún artículo del nuevo estatuto, que nos confirma como “realidad nacional” (..."qué carajo es eso Dios mío de mi alma” Selu dixit)

Imagino que, como muchos de los que leáis esto, somos cada vez más los que nos sentimos hastiados y desilusionados por tener que hacer algo extraordinario de lo que debiera ser cotidiano. ¿Acaso Andalucía no es algo que nos envuelve día a día en toda una forma de vida? Probablemente si por la edad, vivimos aquellos primeros años en los que ideas como libertad, autonomía, etc... estaban en la boca de todos; si vimos a los partidos políticos de toda índole y condición florecer sobre las paredes de nuestras calles, cubiertas por un multicolor arco iris de caras, siglas, ideas; si en definitiva fuimos partícipes de todo aquello aunque fuera tras nuestras carpetas con apuntes, este ritual anual por decreto, nos entristece por lo que de antinatural tiene. En el fondo, ilusiones de una sociedad que se despertaba y dejaba atrás una etapa que quería superar lo antes posible, pero que tras 25 años se ha desencantado como demuestra el resultado del referéndum del estatuto de autonomía.

De cómo pasamos de esa abigarrada multitud de sentires y pareceres a esta dicotomía actual, sólo aderezada por grupúsculos minoritarios que se aferran a ideas descabelladas con el fin de tocar una parcela de poder y notoriedad, aún no lo tengo del todo claro, porque fuimos nosotros en uno u otro momento los que les pusimos ahí.

Ahora parece que sólo se habla de la realidad nacional, o no, de Andalucía. Los juegos de palabra, tan de moda ahora en preámbulos y artículos, no son tan inocentes como parecen. El francés Guiraud afirma “Un juego es una actividad gratuita, es decir, sin función, y a menudo desfuncionalizada.” Ya sé que los docentes, pedagogos y demás gente de la escuela negarán esto. Yo tampoco lo comparto. Pero sigue diciendo... “La función de las palabras es la de significar(con precisión, fuerza, claridad, elegancia, etc...) Pues un juego de palabras es una palabra que deja de significar o rechaza hacerlo. He aquí una paradoja confirmada por los mismos ejemplos que la podrían destruir” Hasta aquí realmente podríamos decir que la definición y el tema de la entrada en el blog son cosas un poco ajenas y distantes entre sí. Tendríamos que leer un poco más entre líneas, o bien continuar con lo que dice Guiraud sobre la función que estos juegos de palabras, realidad nacional, nacionalidad histórica, ... tienen. Afirma “... la verdadera función de los juegos de palabras es la de luchar contra los tabúes más profundos, más insidiosos y más obscenos”. En todo caso lo que está claro es que estos juegos, lejos de ser una asociación imprevista entre dos paradigmas distintos, es una forma de intentar superar ese tabú de mostrar un sentimiento, o no, de pertenencia, o no, a un lugar concreto. Pero sobre todo son una forma de alejar la atención de lo que realmente debieran solucionar y de lo que preocupa al ciudadano de a pie, como les gusta nombrarnos: la mejora de la sanidad, la educación, la justicia,...

Tal vez, en realidad, la vida sólo sea ese juego de palabras, un gran lipograma en el que ninguno de nosotros es importante y por tanto no está entre las líneas que nuestros políticos escriben.

Desayuno Andaluz

¿Qué desayunan los niños los 364 días restantes del año? Si en este día los vemos comer 6, 7, o más rebanadas de pan, ¿a qué vienen los bollicaos y el pan de molde sin corteza? En fin, ya sabemos que esto, como otras cosas, es nuestra "realidad nacional".

24.2.07

Violencia II




Siempre parece que queda algo por decir. La semana pasada los docentes de Cádiz, y el curso pasado de Granada y antes Almería, pararon en protesta por las continuas agresiones que se suceden, cada vez con más frecuencia, en el ámbito de los centros escolares. Denuncian la no personación de la Administración como acusación o como defensa de los docentes, que no olvidemos dependen de ella. La Administración educativa por su parte se limita a mandar a la Consejera o a sus Delegados provinciales en una tournée regional a vender nuevas acciones en la defensa de los funcionarios y funcionarias agredidos, y a subvencionar proyectos que funcionan mucho más en la realidad virtual en la que los jerifaltes docentes se mueven, que en el día a día frente a las pizarras, o los pasillos, o los patios, o las puertas de los centros.

El día 8 de Enero de 2006, se publicó en el Diario El País una entrevista al filósofo francés Maffesoli, de la que os dejo enlace http://www.elpais.es/articulo/elpepspor/20060108elpepspor_11/Tes/"> . En ella, este provocador, pone sobre la mesa ideas muy interesantes, no digo si más o menos válidas pero sí, que invitan a pensar si lo que se está llevando a cabo en nuestros centros tiene el carácter preventivo y educador que queremos o por el contrario estamos cayendo en una especie de papanatismo roussoniano del hombre bueno por naturaleza.

Afirma Maffesoli en esta entrevista y en otros libros suyos que “Tengo dos respuestas para explicar estos fenómenos de violencia ciudadana. Hay un primer problema y es que nuestras sociedades son sociedades a las que se ha querido volver totalmente asépticas, sin riesgos, seguras y protegidas en todo ámbito. Y en el fondo, las sociedades asépticas son sociedades potencialmente peligrosas.” ... “Estas explosiones juveniles en Francia son la expresión del hecho de que no sirve de nada evacuar completamente la violencia, sino que, al contrario, hay que encontrar los medios para “homeopatizarla”. En toda la cuenca mediterránea existe la tradición de saber ritualizar la violencia”.

En la entrada anterior sobre violencia que puedes leer un poco más bajo en este blog, hacía referencia a esta ritualización cuando hablaba de cómo la existencia del matón era usada como parte del aprendizaje del grupo. Y realmente me pregunto si el hecho de querer o creer, no sé qué será más peligroso, que todos somos buenos y podemos comportarnos ajenos siempre a nuestros instintos básicos de procreación y supervivencia (sale mi vena freudiana) no nos está llevando a crear una aureola de atracción hacia esos otros comportamientos violentos que en anteriores posturas escolares estaban más o menos ritualizados y controlados.

En su libro El nomadismo. Vagabundeos iniciáticos Fondo de Cultura Económica, México 1ª edición: 2004 afirma que “Lo característico de la modernidad ha sido la voluntad de alinear todo, de codificarlo y, en sentido estricto, identificarlo”, y creo que el fenómeno de la violencia está siendo enfocado en nuestras escuelas desde esa perspectiva, intentando desentrañarlo para extirparlo como hace un cirujano, sin comprender que en esa operación sólo conseguimos detener por un tiempo un crecimiento que, acabada la operación, volverá a brotar más fuerte aún si cabe. "El mito del progreso infinito ha muerto”, dice el sociólogo y subraya que “la violencia totalitaria” de la modernidad, que domesticó a las masas que fueron obligadas a trabajar –porque “sólo sedentarizando se puede dominar”–, está mostrando sus fallas. “Lo compacto se vuelve poroso”. Y es que a lo mejor necesitaríamos educar a los niños y niñas de hoy en que crecer en la inseguridad no es malo sino necesario, que la vida es más porosa que lo que quieren vendernos aquellos que se han encerrado en una burbuja virtual desde la que ven y dirigen el mundo.

23.2.07

Violencia y escuela



La violencia escolar está de moda. Cabe en las noticias, en los periódicos, en los teléfonos móviles e incluso llega afectar a quienes, por naturaleza y actitud, nunca se han sentido afectadas por ella. Raro es el día en que no nos encontramos en el periódico, o en la radio, o en la televisión, o en boca de un amigo, o en nuestra propia vida, con un caso de violencia. No podemos, por tanto, decir que nos coge de improvisto cualquiera de estos hechos.
Sin embargo sí pudiera sorprendernos nuestra reacción ante el mismo dependiendo del grado en que, el hecho más o menos cercano, nos afecte. Todos alguna vez nos hemos encontrado en la tesitura de opinar ante situaciones de este cariz y, probablemente, nuestra opinión haya estado matizada por el lugar en que la expresamos y los receptores de la misma. Y puede que incluso hayamos sido sinceros en estos casos. Pero ¿hemos sido consecuentes con esa opinión cuando el hecho nos afecta como actores principales del mismo?
Actualmente existe una tendencia ampliamente extendida hacia la permisividad auto justificada en todo los estamentos de nuestra sociedad. La familia es permisiva porque todos los que le rodean lo son y, claro, no vamos a convertir al niño en un bicho raro obligándole a estudiar, a disculparse cuando hace algo molesto o inapropiado, a asumir que no es el único ser vivo de su entorno y que no todo debe girar alrededor de sus caprichos en una secuencia espacio-temporal diseñada para su única y exclusiva satisfacción inmediata.
La escuela es permisiva porque todos los que nos rodean en las aulas, nosotros mismos también, lo son y nadie se atreve o quiere leerse la normativa y hacer que ésta se cumpla, aún a riesgo de enemistarse con los otros colegas de trabajo que prefieren usar charlas, encuentros, cursillos, dinámicas de grupo, mediadores a tiempo parcial, o simplemente mirar hacia otro lado, etc... que alargan el problema pero sólo del pasillo para dentro del aula, porque de cara a la galería exterior se usan métodos muy adecuados de corrección. Métodos que, por cierto, involucran a aquellos que sí van a hacer uso de su derecho a aprender y a ser enseñados en condiciones óptimas y respetuosas también para ellos, metiéndolos en el mismo saco y privándoles de que esos mismos medios que se aplican para los demás se dediquen en igual medida para ellos, con más medios humanos y materiales que les facilitaran el acceso a esos otros contenidos que en nuestras aulas de hoy día son imposibles de alcanzar por la mayoría de los que tienen un cierto interés por aprender.
Los políticos son permisivos porque viven de ello, viven muy bien, y para qué van a cambiar.

Hace años, tantos como en la foto de esta entrada, obtener buenos resultados en la escuela era un mérito. Recuerdo familias que sin medios para poder llevar a sus hijos a un nivel superior de enseñanza se desvivían para que su hijo pudiera leer un libro, o ir a clases por la tarde. Recuerdo igualmente los desvelos de muchos maestros de pueblo que, en su tiempo libre y gratis, preparaban a muchos chiquillos y chiquillas de esos pueblos andaluces de los 60 y 70 para poder acceder a un nivel mayor de estudios, porque era un mérito.

Ciertamente en esa misma clase habría un latoso, y un flojo, y un pelota, y un insoportable, pero había una concepción radicalmente distinta de la que hoy se posee. El que iba a la escuela, y por desgracia no eran todos, sabía que aquello era su trabajo e intentaba solventarlo como mejor podía. Hoy, la escuela es un lugar donde la violencia ritual de antaño, esa que nos liberaba de forma organizada, puede ejercerse libremente en uno de los escasos lugares donde todavía no recibe una sanción que vaya en relación con el daño, moral o físico, que se causa. No digo con esto que en la foto no esté fotografiado el matón de esa clase. Lo está con total seguridad. Pero el matón ejercía su violencia dentro de unos parámetros controlados por el grupo, que lo entendía como parte del aprendizaje de ese mismo grupo. Todo, en esas relaciones, estaba controlado y tenía una función educadora, con la que podemos estar más o menos de acuerdo, pero de la que participaban todos los que formaban parte de esa misma comunidad escolar, porque en el fondo todos veían que esa escuela era el punto de partida de algo. Hoy todos somos permisivos y la escuela lejos de ser un lugar de partida es un lugar de abandono, una especie de muladar donde se deja caer todo con la esperanza de un reciclaje.

20.2.07

Punto de Encuentro Virtual





¡¡¡Anda un blog!!!!!! Bueno, no os asustéis. Tampoco pretendo ser el nuevo vigía de occidente. Esta primera entrada va a ser una especie de declaración, muy escueta, de intenciones. Un blog es algo de moda, un lugar personal en el que expresar de forma más o mneos pública aquello que se te ocurre y que deseas compartir. Un lugar en el que buscar la complicidad de gentes que conoces, o no, y a los que ofreces tu visión de las cosas a cambio de la suya, si les apetece.Intenta, este sitio, ofrecer también la posibilidad de dejar escrita las opiniones de los que lo visiten y de ahí extraer nuevos puntos de vista, y en definitiva crear una válvula de conexión y escape para este mundo nuestro tan necesitado de lugares donde dar rienda suelta a todo lo que, por una u otra razón, no damos salida.También se han puesto unos enlaces a sitios que considero interesantes. Ya sé que hay, aparte de estos, muchos más pero por ahora sólo están esos. También podéis enviar sus direcciones y así el sitio crecerá gracias a todos.Un saludo y espero que os guste. O al menos os entretenga.