25.9.13

Educación o el día de la marmota.

Ya ha comenzado el nuevo curso escolar en todos los niveles educativos, de ahí este paréntesis en volver a escribir, y una vez más, un año más, hemos vuelto a los mismos rituales en los medios, a las mismas rutinas en las casas y, cómo no, a las mismas rutinas en las aulas.

Parece como si uno volviera a repetir el mismo sueño un año tras otro aunque cambiando las caras de los que tenemos enfrente. No hay año en que la administración no salga a mostrar sus enormes compromisos y sobre todo un mar de cifras. No falta año que en la prensa salgan las cifras de lo que cuesta empezar el curso, de los consejos sobre mochilas, de la falta de plazas en determinadas carreras, y así hasta llegar a saturarnos por repetición.

Sin embargo, releyendo las entradas anteriores, no dejo de sorprenderme cuando parece olvidarse, dentro del maremagnum de informaciones, que sigue habiendo familias en las que no hay dinero suficiente para comprar esos humildes lápices que el SAT "expropió" en verano y que , entonces, y solo entonces, dieron que hablar. Tampoco veo que se plantee qué supone esa "fórmula" de crear donaciones para que puedan ir a la Universidad aquellos estudiantes que no disponen de los medios suficientes pra hacerlo. El día de la marmota, como en aquella película (Groundhog day) protagonizada por Bill Murray, nos hace olvidar, dejar de lado, mirar hacia otro lado, ignorar la realidad que se agranda cada día, cada año, y a la que parece no se quiere tratar.

Asumir que la brecha que se está generando entre clases sociales (término desaparecido del lenguaje pero no de la realidad) en el acceso a la educación comienza a ser inasumible por un país que se llama democrático, es algo que a nuestra clase dirigente le produce urticaria porque supone un replanteamiento de este sistema en el que vivimos y en el que ellos están en la cúspide de la pirámide.

Pero me llama la atención que los propios "damnificados/as" de este sistema no parecen tampoco estar muy preocupados más allá de hacer una revolución en facebook o twitter, y es que años de permisividad y de delegaciones en el "papá estado" han conducido a una (tal vez más) generación a un estado de impotencia a la hora de tomar decisiones por sí mismos y reivindicar sus derechos ante un ente que hasta ahora les era "amigable" y contra el que, de pronto, no saben ni tienen instrumentos para rebelarse.

Mientras tanto la educación, en cada comienzo de curso, seguirá siendo un día de la marmota, eso sí, con menos espectadores esperando que las aulas se abran.

12.9.13

Yo no soy.

"Para los tiempos que vienen, no soy yo el maestro que debéis elegir, porque de mí sólo aprenderéis lo que tal vez os convenga ignorar toda la vida: a desconfiar de vosotros mismos "

Antonio Machado. Juan de Mairena.

Alianza Editorial.Madrid.1995.


9.9.13

Susanato 2013

Hay coincidencias que por su contenido y momento no lo parecen. Sin embargo no deja de ser una realidad sorprendente que uno se encuentre con el comienzo de un gobierno de continuidad dinástica en la Junta de Andalucía y, al mismo tiempo, buscando un documento en las carpetas del ordenador aparezca este artículo de un inspector de educación de Cádiz, Jaime Martínez, que publicó en Diario de Cádiz hace varios años y que, miren por donde, me ha parecido oportuno dejar para empezar la semana reflexionando.

Obviamente también sirve para nuestras escuelas que comienzan mañana.


Repudio de la mediocridad

JAIME MARTINEZ MONTERO | ACTUALIZADO 04.05.2009 - 01:00

CUANDO se catalogan como de libre designación puestos de trabajo que son fundamentalmente técnicos, se infla por encima de las existencias naturales la necesidad de personajes políticos. Como no hay tantos, los mediocres se disfrazan adecuadamente y vienen a llenar esos huecos. Se intercalan así en los segundos y terceros niveles de las Administraciones y sólo en el cuarto nivel, donde los rayos de sol del mando apenas si dejan llegar su fulgor, aparecen los técnicos, que suelen ser unos funcionarios altamente sospechosos y, generalmente, de escasa confianza, que, pese a ser los que entienden de las cuestiones que se suscitan en esa demarcación, no pueden abordarlas desde la situación y la autoridad que éstas requerirían. Ante el resto de la sociedad, los mediocres ofrecen una definición de la política poco agraciada: es la pasarela gracias a la cual es posible el acceso a puestos bien considerados y remunerados por parte de aquellos que jamás los alcanzarían por preparación, méritos y experiencia.

No se vayan a pensar que un mediocre carece de habilidades. En absoluto. Por ejemplo, posee en grado sumo la de saber estar en los lugares oportunos en los momentos precisos. Intuyen como nadie a quién se deben arrimar, a qué actos deben acudir, a qué persona deben agradar. Si el despliegue de estas cualidades está reñido con la asistencia al trabajo, con el compromiso para con su tarea o servicio, con los deberes institucionales, con la necesidad de estar profesionalmente al día, con las exigencias diarias de un aula, o una oficina o biblioteca, peor para el trabajo. Lo primero es lo primero. Todo lo que aquí exhiben con generosidad para la importante tarea del medro lo detraen del cumplimiento de sus obligaciones. 

Por eso son imbatibles en las conjuras, en las trampas, en falsear las apariencias, en las habladurías. Los que se dedican al trabajo carecen del tiempo y de la experiencia con que han contado para estos menesteres los mediocres. Una vez que llegan al puesto apetecido, alcanzan una sobresaliente habilidad en el arte de la supervivencia. Se la trabajan mucho, no tienen excesiva vergüenza, se saben humillar. Se anclan en sus ventajosos puestos gracias a que ponen en marcha dos importantes acciones: la creación de una red de intereses que es imposible de mantener sin ellos y la formación de equipos de personas algo más cortitas que la que los ha nombrado. 

Tres son los principales peligros que conlleva el ejercicio del poder ejercido por este tipo de sujetos. El primero lo apuntaba Juan de Mairena: "Siempre será peligroso encaramar en los puestos directivos a hombres de talento mediano, por mucha que sea su buena voluntad, porque a pesar de ella la moral de estos hombres es también mediana... Propio es de hombres de cabezas medianas el embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza". El segundo es la violenta oposición a las personas preparadas y comprometidas. Es Einstein el que con gran certeza y pocas palabras lo expresó mejor: "Los grandes espíritus siempre han encontrado la violenta oposición de las mentes mediocres. Estos últimos no pueden entender que un hombre no se someta irreflexivamente a los prejuicios hereditarios sino que emplee honestamente y con coraje su inteligencia". El tercero es que provocan que las personas inteligentes y preparadas no puedan desarrollar por completo sus cometidos. La mayor parte del trabajo la tienen que dedicar a arreglar y a recomponer lo que los mediocres estropean desde sus puestos superiores. 

¿Qué efectos produce en la sociedad la incrustación en la trama de poder de estos reyes de la banalidad y príncipes del lugar común? Sobre todo, la desmoralización de los capaces. Cuando los que se quedan en sus lugares de trabajo comprueban cuáles son los mecanismos de promoción que emplean las medianías y cómo consiguen la atención de los políticos, se ven invadidos de cierto desánimo: el acceso a un nivel profesional más alto, la lógica aspiración a un destino mejor, la satisfacción del natural deseo de liderazgo, el compromiso para la participación en los asuntos comunes, etc., nada tienen que ver con hacer bien el trabajo, con cumplir con las obligaciones de cada uno, con atender bien a los administrados, con comprometerse con la buena marcha e imagen de la institución que se sirve. 

No. Los caminos son otros. Y cuando las virtudes cívicas y profesionales no sirven para nada es cuando se empieza a mirar para otro lado, a aflojar en los deberes profesionales, a cuidar la apariencia mientras se descuida el fondo, a separar lo que se dice de lo que se hace, a aflojar en el cumplimiento de las sanas costumbres... En pocas palabras, se manifiesta en todo su esplendor la gran obra que dejan al país estos curiosos especímenes: la implantación generalizada de la cultura del escaqueo.

5.9.13

Otra(s) pregunta(s).

Durante el cambio de canales de la TV en busca de algo decente que ver y que ayude a la siesta, me encuentro con una noticia que viene a decir que los rectores de distintas universidades han puesto sobre la mesa, imagino que no habrán tardado mucho en pensar, la idea de proponer que determinadas empresas y/o particulares hagan donaciones para que estudiantes sin recursos puedan ingresar en la universidad.

La idea me parece horrible porque en el fondo volvemos a revivir esos ambientes dickensianos en que el pobre niño de clase baja puede llegar a alcanzar unos estudios, y con ellos una posición social distinta a la que por origen le hubiera correspondido, gracias a los dineros de un amable y generoso personaje de clase social elevada. Eso, en mi pueblo y en el diccionario, se llama caridad, a pesar de que desgrave impuestos o sea una publicidad para determinadas empresas.

¿Cómo es posible que con mis impuestos, y con los de tantos y tantos contribuyentes, no exista en este país la posibilidad de que cualquier ciudadano/a pueda estudiar sin tener que recurrir a la caridad?

¿Acaso no tiene el estado/la comunidad autónoma la obligación constitucional de garantizar el derecho a la educación en todos sus niveles a todos y a todas sus ciudadanos/as?

En fin, no he dormido siesta.

2.9.13

Inicio de curso y los lápices del SAT

Hoy ha comenzado el curso para los y las docentes de todo el país. Llegan días de preparar las aulas, las asignaturas, organizarse con los nuevos horarios, etc… Pero hoy no quiero hablar de esto. De eso hay miles de ejemplos en redes sociales. Hoy me gustaría llevar a la reflexión sobre qué se necesita para comenzar el curso, a raíz de la actuación del SAT (SindicatoAndaluz de Trabajadores/as) esta semana pasada, llevándose sin pagar material escolar de una cadena de supermercados.

Todos sabemos que la educación no es gratis. Esto sonroja, ignoro por qué, a las distintas administraciones, pero es una evidencia que el alumnado debe llevar a los centros material imprescindible (cuadernos, mochila, lápices, bolígrafos, sacapuntas, bloc de música o plástica,…) a lo que añadir una ropa digna. Esto cuesta dinero.

 Muchos y muchas de los que leáis esto diréis que sumado todo esto es una cantidad muy pequeña para todo lo que es un curso escolar, y no os faltará razón. Sin embargo hay algo que no se nos puede olvidar. Un euro cuando se ingresa en casa 300 al mes para una familia de 4, es una fortuna.

A partir de aquí no quiero entrar en el debate (interesado por otra parte) que ha aparecido en los medios de comunicación sobre si es robo o expropiación, si debe actuarse así o no. Esto es un debate que nos distrae de la verdadera realidad: ¿Pueden todas las familias andaluzas acceder a la educación en igualdad de condiciones?

El SAT, con acciones como esta, consigue llamar la atención pero, con el tratamiento que se le depara en los medios de comunicación, se hurta a la sociedad entrar en el fondo de lo que se persigue con la misma. No voy, porque no tengo nada claro, a decantarme en un juicio de valor sobre la acción. Pero sí quiero entrar en la denuncia que subyace en la misma.

Los que trabajamos en los centros educativos andaluces sabemos que siempre ha habido gente cuya prioridad no ha sido comprar a sus hijos unos lápices y sí una videoconsola. Pero igualmente sabemos que hay familias (cada vez más) que aunque quisieran comprar este material no podrían porque con todos sus miembros en paro y sin ayudas difícilmente se puede comer y mantener los gastos básicos de una casa.


Por eso hoy, primer día de trabajo en los centros de este nuevo curso, me voy a quedar con esa reflexión. ¿Qué hacer (qué hacemos) para que exista no una igualdad de oportunidades en educación sino una verdadera igualdad de derechos en la misma?

1.9.13

Algo debe pasar en Septiembre. (O a lo mejor no)

"Nothing, like something, happens anywhere"*

Philip Larkin

* Nada, como cualquier cosa, sucede en ninguna parte. (Más o menos)