“Tengo un gran respeto, y sobre todo un gran cariño, por el oficio de profesor y por eso mismo me reconforta saber que ellos también son víctimas de un sistema de enseñanza que los induce a decir bestialidades. Una de las personas inolvidables en mi vida es la profesora que me enseñó a leer, a los cinco años. Era una moza bonita y sabia, que no pretendía saber más de lo que podía, y era tan joven que con el tiempo acabó siendo más joven que yo. Era ella la que nos leía, en clase, los primeros poemas. Recuerdo con la misma gratitud al profesor de literatura del colegio, un hombre modesto y prudente que nos conducía por el laberinto de los buenos libros sin interpretaciones rebuscadas. Este método posibilitaba a sus alumnos una participación más personal y libre en el milagro de la poesía. En síntesis, un curso de literatura no debería ser más que una buena guía de lecturas. Cualquier otra pretensión no sirve nada más que para asustar a los niños. Pienso yo, aquí entre nosotros.”
Y al igual que D. Gabriel, aquí entre nosotros, le doy toda la razón, aunque...¡qué alto nos pone el listón!!!.

Las citas de esta y de la anterior entrada pertenecen a "De como los profesores de literatura pervierten a sus alumnos”, en Caras y Caretas (Traducción
de una nota publicada en la revista brasileña Status Plus N°. 90, enero de 1983
0 comentarios:
Publicar un comentario