12.7.11

¿Mejoran los resultados la evaluación?



Os dejo este artículo del compañero Javier Merchán, publicado por Diario de Sevilla, en el que analiza desde su punto de vista esta presión, casi obscena, por obtener resultados. Él se explica mejor.



Resultados escolares y mejora de la educación

F. Javier Merchán Iglesias


DESDE hace ya algunos años, la política educativa de la Junta de Andalucía se rige en lo fundamental por la aplicación de doctrinas y estrategias auspiciadas por los organismos de gobierno mundial -la OCDE, el FMI y la Comisión Europea- e inspiradas en las que en su tiempo adoptó la inolvidable Margaret Thatcher. Esta política reconceptualiza el sentido de la educación, volviendo al viejo paradigma del capital humano y a los, en otro tiempo denostados, planteamientos tecnocráticos. Se trata de un giro que en otras ocasiones he denominado de la reforma pedagógica a la gestión empresarial de la escuela, y que ha supuesto un notable distanciamiento del pensamiento pedagógico socialista y de la concepción progresista de la educación.

Uno de sus aspectos más emblemáticos es la relevancia casi exclusiva que se atribuye a los resultados escolares. Las calificaciones que obtienen los alumnos en las innumerables pruebas y exámenes a las que son sometidos a lo largo del curso constituyen el referente fundamental, cuando no exclusivo, de lo bueno y de lo malo. Si aquéllas son satisfactorias, las cosas van bien. De esta manera, la actuación de las diversas instancias de la Administración, empezando por la Agencia de Evaluación, inspectores, directores, personal de apoyo y docentes, tiene como objetivo la consecución de buenas calificaciones, es decir, de buenos resultados escolares.

Desde luego, no puede negarse que los resultados escolares constituyen un indicador, más o menos concluyente, del grado de aprendizaje alcanzado por los alumnos y, en definitiva, de la bondad del funcionamiento del sistema educativo. Sin embargo, la centralidad que se le atribuye tiene en la práctica efectos no deseados y, contra lo que pudiera parecer, no siempre contribuye a la mejora de la educación.

Dejando ahora al margen el hecho incuestionable de que los resultados no dependen sólo de lo que hace el sistema educativo, el problema se produce cuando los indicadores -como las calificaciones que obtienen los alumnos- se convierten en objetivos. Como ocurre en otros campos de la vida social, un indicador transformado en objetivo deja de ser un buen indicador. Con esa estrategia es posible que mejoren las estadísticas, pero no sabemos si realmente los alumnos aprenden, es decir, si adquieren más y mejor formación. Ocurre así porque la obsesión por la medición y la consecución de unos valores estadísticos acaba modificando el sentido de los datos y perturbando el proceso de enseñanza y aprendizaje. La política de alcanzar objetivos ofreciendo incentivos económicos y de otro tipo a centros y profesores en función de los resultados de los alumnos, o la de la disimulada presión que desde diversas instancias se ejerce sobre los docentes para que mejoren las calificaciones de los escolares, induce, más tarde o más temprano, a producir una imagen distorsionada de la realidad.

Si, por ejemplo, se propone mejorar los resultados de las Pruebas de Diagnóstico en un centro escolar y de ello van a depender los ingresos que reciba dicho centro, siendo así que las pruebas son corregidas por el propio centro, es lógico que, ante semejante envite, los resultados acaben -digamos- mejorando. Lo que no sabemos es si realmente el indicador es fiable, es decir, si realmente ha mejorado la formación de los alumnos. Algo parecido puede decirse respecto a las evaluaciones curriculares: si la rendición de cuentas de centros y profesores se basa fundamentalmente en las calificaciones de los alumnos, y de ello depende la valoración del trabajo realizado, se induce a subir al alza las notas. No es un asunto, como a veces se ha dicho, que tenga que ver con la profesionalidad, sino con la necesidad.

Los resultados escolares son referencias necesarias y tienen su utilidad, pero, salvo que se consideren un fin absoluto, si se transforman en objetivos, además de perder su valor indicativo, pueden acabar convirtiéndose en un obstáculo para la mejora real de la educación; pues, como decía, no se trata sólo de que estemos ante una estrategia técnicamente discutible, sino que con su aplicación perturba notablemente el proceso de transmisión y adquisición de conocimientos. Como viene ocurriendo ya en muchos casos, la centralidad de los resultados transforma la enseñanza en mera preparación para los exámenes y a los centros escolares en una especie de autoescuelas, desnaturalizándose de esta forma el sentido de la educación.

Aun haciéndonos cargo del poder mediático de los resultados escolares y de la influencia de los modelos tecnocráticos de gestión, es necesario analizar seriamente cuáles son las consecuencias reales de estas políticas educativas, en vez de asumir acríticamente cualquier estrategia. Ahora que se alaba tanto la excelencia de la evaluación, sería bueno que los políticos evaluaran con rigor y sin sectarismo cuáles son los efectos prácticos de sus decisiones. Desde luego, la sinceridad de esa reflexión requiere como punto de partida asumir que los que discrepan no lo hacen de mala fe y que también pueden tener razón.

4.7.11

Evaluar para ¿conocer y mejorar?



En este enlace os dejo los resultados de las famosas Pruebas de Diagnóstico (¿?) que la Consejería aplica cada año.






Es un enlace a la página de la Agencia Andaluza de Evaluación Educativa que se dedica a estos menesteres. La verdad es que llama la atención, al menos a mi, que el lema de esta agencia sea Evaluar para conocer y mejorar, ya que la evaluzación corresponde al profesorado y las mejoras que deban surgir de lo detectado en ese proceso también corresponde al centro y cada docente en particular. Por ello ¿qué sentido tiene esta agencia que además no es independiente de la empresa? ¿Acaso va a promover una mayor implicación de su patrón en las necesidades que no son estrictamente propias de cada centro?






Si para hacer una evaluación no tenemos en cuenta las zonas donde se hacen (rurales, deprimidas, ciudades dormitorio, núcleos residenciales de clase media y/o alta,...), si no tenemos en cuenta las circunstancias propias de cada evaluado (que sí se tienen en cuenta en su evaluación "oficial" de cada trimestre y curso), si no se incluye la variable de los recursos humanos que la administración pone en cada centro, si tampoco se tiene en cuenta los recursos didácticos de que se dispone,... si en definitiva se excluye todo aquello que puede "molestar" o "dañar"a la empresa en los resultados obtenidos, el informe final estará destinado a dar la visión que la propia empresa quiere tener, o lo que es lo mismo, su responsabilidad en los resultados es casi insignificante.






Llevamos cinco años de Pruebas de Diagnóstico sin que aún haya un criterio de actuación por parte de la administración en lo que se detecta. Un año se mejora en Lengua y al siguiente se baja pero se sube en Matemáticas ya que se actúa de forma parcializada según lo que cada año va sugiriendo el informe, aunque eso sí siempre se insta a cda centro a modificar algo para el año que viene y no a hacer un planteamiento a medio plazo que de verdad diera resultados y en el que se incluyera las aportaciones que todos y cada uno de los implicados en un proceso de enseñanza aprendizaje deben poner sobre la mesa, es decir, qué debe poner cada docente, cada familia, cada administración y cada centro en conjunto. Y por qué no se hace esto. Probablemente porque entonces se trabajaría en un modelo educativo tendente a formar ciudadanos y ciudadanas y no sé, en las circunstancias que vivimos, si eso interesa a la administración.