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6.2.14

Día "D" la paz. Dos propuestas

Pasó ya ese "Día D" que, como otros tantos, pervive en el calendario escolar y a fuerza de repetirse, casi por decreto, ha perdido su sentido.

El día de "la paz", como se conoce al DENIP, ha pasado a ser un día de palomas, cantos, lip dubs  y poca o muy poca reflexión. Pero parece que eso es lo que nos toca. Celebrar y que quede constancia aunque los que celebran no se enteren muy bien de qué va aquello, con lo que poco o ningún sentido tiene la celebración. Digo yo, claro.

Como uno lee de vez en cuando cosas interesantísimas no he podido sustraerme al deseo de compartirlas. Hablan por sí mismas. Una es un artículo del poeta jerezano Francisco Bejarano, publicado en Diario de Cádiz el pasado Jueves.. Exquisito en el fondo y en las formas (aunque he de decir que habría ciertos puntos de desacuerdo) y un punto de partida para analizar qué se hace y sobre todo qué se persigue con este tipo de celebraciones.

El segundo es un vídeo terrorífico. Nada hay que genere más violencia que el dotar a los demás de valores positivos o negativos según nos han dicho otros. Aconsejo verlo hasta el final. A lo mejor el curso que viene el día "D" la paz tiene otro sentido.

La paz de los escolares

FRANCISCO / BEJARANO
HOY se les hablará a los escolares de la paz abstracta, la que todo el mundo defendería y pocos discuten. También se les habla con frecuencia de otra abstracción: la libertad, pero no enseñan a relacionarlas. Entre las facultades de un hombre libre está la de elegir y no siempre opta por el bien y la paz. Las leyes naturales tampoco ayudan a conseguir la paz a toda costa y sean cuales sean las circunstancias. Es de temer que no se invite a los alumnos a ser futuros hombres pacíficos, sino pacifistas. Un pacifista, figura reciente, desconocida en las repúblicas bien concertadas, es un pacífico con ideología y, por tanto, contradictorio: lo mismo se deja encarcelar y aun matar, como un mártir laicista, por no empuñar un arma para defender su casa, que rompe escaparates y cajeros para conseguir por las malas lo que no ha sabido conseguir por las buenas.

Ser pacífico es una conquista del espíritu que conduce a una convicción estable, mientras que las convicciones ideológicas son tan inestables que apenas se les puede llamar así. Por eso sería recomendable que la jornada de hoy empezara con una charla sobre El señor de las moscas, del nobel Golding o, quizás mejor, la proyección de cualquiera de las dos películas del mismo título, la de Peter Brook o la de Harry Hook. Seguiría el psicólogo de cada centro con unos comentarios, adaptados a la edad de los alumnos, sobre El mal o El drama de la libertad, de Safranski. (Les tengo mucha devoción a los psicólogos por el empeño infructuoso que ponen en conocer el alma humana.) Toda la tarde se dedicaría a jugar al experimento de Philip Zimbardo: una cárcel ficticia en la que unos alumnos harán el papel de presos y otros de carceleros, a ver que sale en tan poco tiempo.

Doy estas ideas sin ánimo de empañar un día tan bonito como el de hoy en los colegios. Lo hago con predisposición favorable hacia la paz y los pacíficos, y porque sabemos que las enseñanzas cogidas con alfileres ideológicos no perduran. Sería de lamentar que cuando los escolares dejaran de estar vigilados por sus profesores para cortar cualquier violencia entre ellos, compensaran sus frustraciones en la vida adulta con los placeres de la adrenalina de la cólera. Si la maldad y la crueldad humanas son frutos de la libertad de elección del hombre, qué mejor que educarlos para elegir la paz y la libertad, dos conceptos que habrá que enseñarles a manejar previamente.


VIRAL RACISMO EN MEXICO




5.2.14

¿Quién seré?

A veces, cuando uno se para a pensar en los años que lleva en este oficio de la tiza y la pizarra y recuerda a alguno de esos alumnos que han pasado por sus aulas, no puede dejar de plantearse cómo será el recuerdo que ha quedado (a lo mejor pretender haber dejado un recuerdo es una presunción) sobre mi en la mente, en el recuerdo, de esos adultos de hoy.

Recuerdo con nitidez a muchos de mis profesores: D Antonio García, D Luis, D. José, Alfonso, ...Y los recuerdo en momentos concretos, en charlas, ejemplos, regañinas,... y su imagen es tan real  como la de mis actuales compañeros.

Bien es verdad que debo hacer esfuerzos, muchas veces sin recompensa, para tratar de traer al frente de mis recuerdos a otros muchos docentes. Es natural. Todos guardamos más fresco aquello que nos es más significativo.

Por eso hoy he traído dos recuerdos de maestros. No míos. Recurro a la literatura y traigo a R Alberti y a L Cernuda. Y me digo si mi recuerdo se parecerá a alguno de estos.



¿Quiénes fueron mis profesores, mis iniciadores en las matemáticas, el latín, la historia, etc.? Quiero dejar un índice, no sólo de aquéllos padres y hermanos que intervinieron en mi enseñanza, sino también de aquellos que ocupando otros puestos en el colegio entreví por los corredores o entre los árboles de la huerta, no tratándolos casi.

El padre Márquez, profesor de Religión, al que llamábamos, seguramente por su sabiduría, “la burra de Balaán”.

El padre Salaverri, profesor de latín, un peruano con cara de idolillo quien por sus
arrebatados colores había recibido de uno de sus alumnos, el sevillano Jorge Parladé, un
sobrenombre algo denigrante: el de “Enriqueta la Colorada”, popular prostituta trianera.

El padre Madrid, profesor de Nociones de Aritmética y Geometría, pálido y muy perdido en el amor de sus discípulos.

El padre Risco, profesor de Geografía de España, también amoroso de sus alumnos. (Tal bofetada me pegó una vez este padre, que aún hoy, si lo encontrara, se la devolvería gustoso.)

El padre Aguilar, hermano de yo no sé qué conde de Aguilar, andaluz, jesuita simpático y comprensivo, hombre de mundo, suave en sus castigos y reprimendas.

El padre La Torre, profesor de Álgebra y Trigonometría, agraciado con el mote de padre
“Buchitos”, a causa de sus inflados carrillos desagradables.

El padre Hurtado, profesor de Química, cenicientos de caspa los picudos hombros de vieja escoba revestida.

El padre Ropero, profesor de Historia Natural, semiloco, saltándole de pronto, del pañuelo, al sonarse, mínimas y electrizadas lagartijas, cogidas en el sol de la huerta.

El padre Zamarrita, rector del colegio, máxima autoridad, vasco rojizo, larguirucho y helado, cortante y temible como una espada negra, aparecida siempre en los momentos menos deseables.

El padre Lirola, padre espiritual, sentimentalón e inocente, estrujando más de lo necesario contra su corazón dolorido, y en la soledad de su cuarto cerrado, a las alumnas almas descarriadas.

El padre Ayala, prefecto, sucio, casposos también los hombros recargados, surgida sombra vigiladora en sordos pasos de franela.

El padre Fernández, presumido, elegante, lustroso, quizá el único jesuita que recuerde peinado a raya. Se distinguió, durante los dos años que tuvo bajo su tutela la división de los externos, por su bondad hacia mí e inesperada delicadeza ante nuestra situación de alumnos gratuitos.

El padre Andrés, desgraciado mártir de nuestras atrocidades y cafrerías. Segundo tutelar del externado.

El hermano “Legumbres”, llamado así por enviarnos continuamente y sin motivos justificados a comernos su mote. (Los alumnos de tercer año sabíamos, y lo comentábamos secretamente, que este hermano se masturbaba al sol contra un apartado eucalipto de la huerta).

(Rafael Alberti.- La arboleda perdida: libro primero Barcelona: Seix Barral, 1942



Lo fue mío en clase de retórica, y era bajo, rechoncho, con gafas idénticas a las que lleva Schubert en sus retratos, avanzando por los claustros a un paso corto y pausado, breviario en mano o descansada ésta en los bolsillos del manteo, el bonete derribado bien atrás sobre la cabeza grande, de pelo gris y fuerte. Casi siempre silencioso, o si emparejado con otro profesor acompasando la voz, que tenía un tanto recia y campanuda, las más veces solo en su celda, donde había algunos libros profanos mezclados a los religiosos, y desde la cual veía en la primavera cubrirse de hoja verde y fruto oscuro un moral que escalaba la pared del patinillo lóbrego adonde abría su ventana.

Un día intentó en clase leernos unos versos trasluciendo su voz el entusiasmo emocionado, y debió serle duro comprender las burlas, veladas primero, descubiertas y malignas después, de los alumnos –porque admiraba la poesía y su arte, con resabio académico como es natural-. Fue él quien intentó hacerme recitar alguna vez, aunque un pudor más fuerte que mi complacencia enfriaba mi elocución; él quien me hizo escribir mis primeros versos, corrigiéndolos luego y dándome como precepto estético el que en mis temas literarios hubiera siempre un asidero plástico.

Me puso a la cabeza de la clase, distinción que ya tempranamente comencé a pagar con cierta impopularidad entre mis compañeros, y antes de los exámenes, como comprendiese mi timidez y desconfianza en mí mismo, me dijo: “Ve a la capilla y reza. Esto te dará valor”.

Ya en la universidad, egoístamente, dejé de frecuentarlo. Una mañana de otoño áureo y hondo, en mi camino hacia la temprana clase primera, vi un pobre entierro solitario doblar la esquina, el muro de ladrillos rojos, por mí olvidado, del colegio: era el suyo. Fue el corazón quien sin aprenderlo de otros me lo dijo. Debió morir solo. No sé si pudo sostener en algo los últimos días de su vida.


Luis Cernuda.- Ocnos. Madrid: Taurus, 1942

18.12.13

Regalo anticipado: Gramática de la Fantasía

Si ha habido un libro que me ha ayudado durante muchísimos años de mi oficio docente ese ha sido Gramática de la Fantasía de Gianni Rodari. ¡Cuántas y cuántas veces he recurrido a él para sacar una idea, una actividad, una inspiración que me permitiera, o al menos intentara, que la clase fluyera por ámbitos de creatividad y luz! Hoy, como regalo anticipado, os dejo este enlace en el que podéis ojearlo a fondo sabiendo que una vez que entremos en él siempre volveremos.




“La función creadora de la imaginación es esencial tanto para los descubrimientos científicos como para el surgimiento de la obra de arte”

 Gianni Rodari

3.12.13

La autoridad del profesor.

Uno de los temas que recoge muchos de los debates sobre educación es el papel que debe tener la autoridad del profesor en su microcosmos del aula, y por extensión a sus relaciones con la comunidad educativa.

Como en cualquier tema hay posturas disparatadas, como esta propuesta de dotar de tarimas las aulas en la Comunidad de Madrid "para tener más autoridad", que está magníficamente comentada por el profesor Santos Guerra en su adarve particular, y que aconsejo leer.

Ya sabemos que en una sociedad como la nuestra, el concepto de autoridad tiende más a imponerse que a ganarse por méritos propios. Pero la escuela debe aislarse de ese tipo de ideario y crear y transmitir que la autoridad es otra cosa, máxime si hablamos de la del maestro. La autoridad del docente no reside en su tarima, en su posición por encima de su alumnado. La autoridad en un aula se gana desde que se pone el primer pie dentro de la misma, mirando sin catalogar, escuchando con interés, siendo coherente en sus actos y decisiones, preocupándose por quien nos escucha,...En definitiva la autoridad del docente es una autoridad del conocimiento, no solo curricular, sino profesional, aunque los tiempos tiendan a volvernos al SXIX.

Ya solo falta que propongan la vara, los libros en las manos y las orejas de burro, aunque más de uno y de una, sin llevarlas, solo sabe hacernos llegar sus rebuznos. Eso si en formato BOJA y/o BOE.


18.11.13

Calidad y Equidad en Educación.


Estamos siendo bombardeados todos los días, por todas las tendencias, con una especie de mantra, que yo mismo repito y utilizo, en el que dando igual quien lo diga y desde dónde lo dice, el objetivo es una educación pública de calidad. Lo de gratuita ya parece que lo decimos menos.

Y claro, enlazando con la cita de la entrada anterior en la que decíamos que la palabra, dependiendo del uso que se le da, va perdiendo su esencia, el término "calidad" hay días que no sabemos a qué se refiere. 


Por eso, viendo en las noticias cómo un alumno de una universidad chilena repetía aquello de "pública, de calidad y gratuita" recordé este viejo artículo que os dejo a continuación. No es una genialidad, probablemente tenga contradicciones, pero cuando lo leí me gustó y por esos juegos de azar que controlan nuestros recuerdos, tras la noticia antes referida, buceé en las carpetas del ordenador y aquí os lo dejo.


Pertenece a la Revista Iberoamericana de Educación, en concreto en su número 23, cuyo autor es Jorge R. Seibold

1. Introducción

Nuestra contribución a este panel sobre «La familia, la sociedad y los medios de comunicación: trama y contexto del sistema educativo formal» se hará desde la perspectiva de la calidad educativa.
No cabe duda de que todos los esfuerzos que puedan hacerse en un país por la educación serán siempre pocos si se contempla la magnitud de la tarea. Es por ello por lo que debe mirarse bien dónde se pone la mayor parte del esfuerzo para que el resultado sea acorde con las expectativas, que brotan de un proyecto consensuado.
Son innumerables las variables que pueden ser activadas y desplegadas en orden a mejorar el servicio educativo, y en particular a vincular los logros de la institución escolar con la familia y la sociedad. Todas esas iniciativas pueden encontrar enconados defensores y razonables argumentaciones.
Nuestro aporte reflexivo se inscribe en un nivel previo a estas iniciativas del todo convenientes para una buena planificación. El interés que nos mueve está ahora en introducirse en tres tópicos íntimamente unidos en el ámbito educativo, a saber: la calidad, la equidad y los valores, que son como las condiciones necesarias y trascendentales que acompañan cualquier cambio o proceso de transformación educativa. No tenerlas en cuenta o no calibrarlas convenientemente sería un error de óptica lamentable, que tarde o temprano comprometería cualquier intento serio de transformación educativa. Por eso, en nuestro acto de reflexión no deben obviarse las tres preguntas esenciales que acompañan y orientan todo proceso de transformación educativa: ¿A qué calidad educativa aspiramos? ¿Qué equidad educativa sostendremos? ¿Qué valores impregnarán nuestra tarea docente? Las respuestas que demos a estas preguntas conformarán un nuevo concepto de calidad educativa en el que estén integrados tanto la equidad como los valores de nuestra propuesta educativa. A este nuevo concepto lo llamaremos «calidad integral».
Nuestra breve reflexión tendrá tres apartados. El primero se refiere al concepto que manejamos habitualmente de «calidad educativa», ponderando sus logros y sus límites. El segundo describe los nuevos avances del concepto de calidad educativa a partir de la idea de «calidad total», de contextura socioeconómica. También aquí consideramos sus aportes y sus límites. Finalmente, describiremos la noción aquí propuesta de «calidad integral», que introduce en la «calidad» educativa los conceptos de «equidad» y de «valores». Esto nos permitirá apreciar mejor la continuidad de la educación con la familia, la sociedad y los medios de comunicación social, ya que ellos forman la trama y el contexto del sistema educativo formal.

2. El concepto tradicional de «calidad educativa»

El concepto de «calidad educativa» es relativamente reciente en la literatura pedagógica. Desde el siglo XVIII, para no remontarnos más atrás, las mejoras en la educación se han ido sucediendo sin solución de continuidad, gracias en gran parte a las políticas educativas implementadas y a la variedad de métodos pedagógicos empleados2. En todo ello no se buscó solamente lo cuantitativo al crear más escuelas y facilitar el acceso a nuevas poblaciones escolares, sino se intentó favorecer lo cualitativo mejorando los niveles de enseñanza. La «mejora» de la educación, así se decía, debía cubrir ambos aspectos.
A partir de la segunda guerra mundial se produce en los países centrales, que tenían asegurada una buena infraestructura educativa para toda la población, un movimiento para impulsar una mejora cualitativa de la educación, considerando los nuevos desafíos de la sociedad. Esto hizo que se impusiera en la literatura pedagógica y en las políticas científicas el tema de la «calidad educativa».
Si el tema se había impuesto, no lo estaba el concepto. De ahí el problema que todavía se debate. ¿Qué entendemos por «calidad educativa»? Una extensa bibliografía a la que aquí no podemos hacer referencia se dedica a esclarecer este problema. Para nosotros, como lo sostendremos en este ensayo, el concepto de «calidad educativa» es complejo y entraña diversas dimensiones que lo articulan en una unidad verdaderamente integral. A esta integridad nos referiremos más adelante. Ahora nos interesa la noción más tradicional de calidad educativa, que la consideraba como el resultado de la introducción de más amplios y actualizados contenidos y de mejores métodos pedagógicos. Era el «reformismo pedagógico», que suponía un poco ingenuamente que con una simple «modificación de planes» o de «prácticas pedagógicas» se iban a obtener mejores resultados. En realidad esta orientación estaba ligada a evaluaciones con fuertes connotaciones reductoras, centradas en la obtención de resultados relacionados casi exclusivamente con la esfera de lo cognitivo.
Un ejemplo de tal perspectiva puede verse entre nosotros en las evaluaciones que periódicamente rigen en el Sistema Nacional de Evaluación, a fin de controlar la eficacia y la eficiencia del proceso educativo argentino3. Por lo general, en nuestro medio dichas evaluaciones han consistido en pruebas de rendimiento realizadas en las áreas de matemática-ciencias y lengua4. En los últimos años se han introducido en estas evaluaciones modernas tecnologías que en substancia no han variado su óptica, la cual ha permanecido ligada a evaluar sólo los resultados cognitivos de los aprendizajes. Por eso, al privilegiar estos aspectos se dejaban de lado otros no menos importantes como son los que pertenecen a otras áreas del conocimiento, y, lo que es más grave, se ignoraban otras dimensiones del ser humano ligadas al conocimiento como son el saber valorar, el saber decidir, el saber hacer, el saber actuar, y que afectan también a los pilares de la educación5.
Este reduccionismo de la evaluación tradicional permitió establecer rápidas correlaciones entre el aprendizaje y el contexto socioeconómico de los alumnos. Con ello, y sin examinar otras correlaciones, se atribuyó a causales socioeconómicas el éxito o el fracaso escolar, condiciones que ciertamente afectan al nivel de calidad educativa que esos centros pueden ofrecer, pero que de ningún modo lo determinan si se atiende a otras causales6.
Dichas evaluaciones de calidad tampoco alcanzan por lo general a los «resultados externos» de la educación, como pueden ser aquellos que reflejan la inserción del educando en la sociedad, tanto en su vida familiar y local como en la laboral o de política ciudadana, según haya recibido tal o cual orientación educativa7. Tampoco ha sido objeto de estas evaluaciones el impacto que la educación produce en el imaginario social o en la cultura del pueblo, ni el rico acervo cultural que, como conjunto de saberes provenientes en su mayor parte de tradiciones familiares, acompaña a cada educando cuando ingresa a la escuela, y que con su presencia afecta al propio proceso de enseñanza-aprendizaje. La escuela está íntimamente ligada a la cultura y no se la puede evaluar sin hacerlo simultáneamente con la cultura de sus protagonistas.
El «Informe Delors» de la Unesco, de 1996, subraya que la educación tiene como fundamento cuatro grandes pilares o aprendizajes: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir con los demás, y aprender a ser8. Todo esto significa que la calidad educativa no resulta de los logros de excelencia de una sola de sus áreas. Tal parcialidad de las pruebas evaluativas afecta al resultado, por más que la escuela tenga un espectro más amplio de expectativas en cuanto a su calidad, y por más que esos limitados indicadores puedan dar alguna idea de niveles de calidad objetiva y dar pie a correlaciones con otros índices educativos o con causales que la producen9. Correlaciones y causales que, por otro lado, suelen ser muy útiles en la diagramación de las políticas educativas.
Eso hace que, sin dejar por el momento de lado dichos procedimientos tradicionales, deba avanzarse hacia estrategias más «integrales», en correspondencia con una «calidad» más integrativa de aquellos aspectos fundamentales que afectan al fenómeno educativo en cuanto tal.

3. La «calidad total» educativa

En los últimos años se ha introducido en el mundo empresarial un nuevo concepto de «calidad» denominado «calidad total»10. Este concepto de «calidad total» surgió en la postguerra como una exigencia de elevar los valores estandarizados de calidad que regían las producciones de bienes y servicios en la década de los 30, en orden a satisfacer una mayor demanda. Dicha idea, elaborada primero por americanos y japoneses, y luego, a partir de los 80 por europeos, se ha ido enriqueciendo con el tiempo. Aquí nos basta sintetizarla con la enumeración de las cuatro características o condiciones que deben ser cumplidas para poder hablar con propiedad de «gestión de calidad total» (Total Quality Management=TQM)11.
Su primera característica pone énfasis en la satisfacción del «cliente» con sus demandas tanto explícitas como ocultas, que pueden llegar a ser descubiertas y satisfechas por una oferta inteligente. La «calidad total» exige, en segundo lugar, la «mejora continua» de la gestión empresarial y de sus procesos. Unida a esta exigencia está, en tercer lugar, la necesidad de una «participación» gratificada y gratificante de todos los agentes intervinientes en la producción empresarial. Ya no se trata, como era antes, de una gestión específica del «departamento de calidad» de la empresa. Ahora todos, desde el presidente hasta el último empleado, están involucrados en la mejora de la calidad, para lo cual deben asumir una función de creciente liderazgo sustentada en la competencia y la motivación, que no están exentas de valores12. Por último, se exige que haya un nivel de «interrelación» de las empresas, que transforme la tradicional competitividad empresarial en acuerdos cada vez más francos, que garanticen una máxima calidad de oferta y un acceso leal al mercado.
Este concepto empresarial de «calidad total» ha tenido su versión o sus versiones en el campo educativo13. Para ello ha debido sufrir profundas transformaciones tanto en su nomenclatura técnica como en sus conceptos. Pero su nueva versión no ha podido disipar las desconfianzas que todavía se suscitan en el ámbito educativo por su proveniencia empresarial. Por más aportes que pueda suministrar al ámbito educativo un modelo «empresarial» de gestión, no puede contener de ningún modo los principios últimos que inspiran un modelo «personalizado» de gestión educativa.
En el modelo de calidad total educativa el «foco» se pone también en el «destinatario» del quehacer educativo, que es ante todo el educando, llamado «beneficiario»14, que ocupa el lugar del «cliente» en el ámbito empresarial. Tal posición central del «educando» es coincidente con los avances de la nueva pedagogía, que ha desplazado la importancia que en otros tiempos tuvieron los «contenidos» o los «docentes» y que ahora posee el mismo sujeto de la educación que es el educando, pero sin descuidar el rol del docente ni el de los contenidos educativos.
Pero para poder centralizar el acto educativo en el sujeto es preciso, en segundo lugar, mejorar y optimizar «la gestión educacional de un modo continuo»15. Para ello la escuela necesita tener bien claro su proyecto educativo, sus propuestas didáctico-pedagógicas, sus estructuras institucionales y sus propios procesos de gestión. Las reformas en calidad total son de naturaleza continua y deben ser llevadas con constancia por toda la comunidad educativa. Vale más una acción continua que muchas esporádicas. Esto implica, en tercer lugar, tener en cuenta la «participación» de todos los docentes de una institución educativa y de todos aquellos que son parte de la comunidad educativa como los directivos, padres y personal no docente16. Por último, también es necesario arbitrar los medios para que las instituciones escolares no entren en la «competencia» escolar a fin de ganar «matrículas», práctica que lamentablemente ya está instalada entre nosotros en los más diversos niveles. La situación educacional es de tal gravedad que exige de todos un gran acuerdo17.
Son innegables las ventajas que los análisis de la «calidad total» han introducido en la práctica educativa. Su actitud sistémica permite ver la escuela como un todo unido a su medio socioeconómico. Pero este parentesco tan estrecho con la cultura de la globalidad imperante hace que la calidad total endiose a la efectividad y a la eficiencia como las supremas categorías del funcionamiento escolar correcto18. De este modo el proyecto educativo queda reducido a la simple correspondencia funcional entre objetivos planificados y rendimientos constatados dados en un proceso de continua adecuación, como lo ejemplifica el ciclo de Deming19. A esta perspectiva le falta el impulso de los «fines», que más allá de los «objetivos» inmediatos anima con sus valores trascendentes el «ideario» del proyecto educativo de una institución. Tal carencia de «fines» hace que muchas veces la perspectiva de la calidad total esté también reñida con los más elementales principios de la equidad. Aquí es donde el concepto de «equidad» debe introducirse e integrarse en el concepto de «calidad».
La «equidad» en educación tiene que ver, en general, con la igualdad de oportunidades y con el respeto por la diversidad. Pero esta «equidad» educativa, más que «igualdad aritmética», es «igualdad proporcional», ya que tiene en cuenta la asignación de sus recursos a los más desprotegidos y débiles del Sistema Educativo, que son los pobres y los sectores marginales de la sociedad. En ese sentido la búsqueda de calidad educativa «implica justicia»20. Esta «justicia», para ser plena, debe focalizar acciones en favor de los más pobres en dos líneas complementarias. La primera es la que provee «recursos materiales» para posibilitar la enseñanza-aprendizaje de esos sectores pauperizados de la población, como pueden ser los recursos de infraestructura, de materiales didácticos, los refuerzos alimentarios, la vestimenta, la salud, etc. La segunda es la que provee «recursos formales», que son más importantes aún que los anteriores, ya que atañen al apoyo directo de las propias prácticas pedagógicas que tienen lugar en ese marco. De nada valdría enviar libros de lectura («recursos materiales») a esos sectores, si no se les proporcionara a los maestros los medios didáctico-pedagógicos («recursos formales») que son imprescindibles para que los alumnos puedan progresar en la lectura comprensiva de esos textos. Si no se les facilita esta última ayuda las estadísticas mentirán, porque el auxilio material no basta para elevar el nivel cultural de la población. Y también sería del todo irracional promover escuelas de «alta calidad» en función de sus elevados ingresos, como hacen algunos, sin ver o sin querer ver que al lado hay escuelas que no pueden alcanzar un mínimo de calidad por lo exiguo de su presupuesto, que no sólo no alcanza para pagar a sus maestros con dignidad, sino que ni siquiera pueden proveerse de lo mínimo requerido para su equipamiento tecnológico. El requisito es, pues, aspirar a una escuela de calidad integral para todos. Y este principio no vale únicamente para la política educacional del Estado, sino que debe tener vigencia en la sociedad civil y entre los particulares.

4. La «calidad integral» educativa

Nuestra idea de calidad educativa integral21, como hemos visto, incorpora a la equidad, que es un valor, pero también a los restantes valores en su más completa amplitud y profundidad. No debe olvidarse que los valores son tanto «extensivos», es decir, que alcanzan a los más diversos aspectos de la realidad, como «intensivos», o sea, que poseen un grado de profundidad dependiente de la comprensión y de la preferencia humana que los constituye22.
Los valores se hallan así presentes de doble manera en todos aquellos contenidos que deben ser evaluados. En la actual reforma educativa argentina se ha reconocido que los contenidos de la educación no son, como lo eran antaño, meramente cognoscitivos. Hoy en cualquier currículo de la Educación General Básica, por tomar un ejemplo, los contenidos son de naturaleza triple: cognoscitivos, procedimentales y actitudinales, en plena concordancia con los cuatro fundamentos de la educación recomendados por el Informe Delors.
Y los valores no solamente permean a los contenidos actitudinales —entre los que se encuentran los valores morales, tan capitales para comprender el concepto de persona—, sino también a los cognitivos (¡pensemos sólo en el valor de «verdad» en una ecuación matemática!) y a los procedimentales (¡pensemos en los valores de «solidaridad» y «honestidad» puestos de manifiesto en cualquier trabajo grupal o en un simple juego!).
Formar en valores tiene una trascendencia que va más allá de la escuela. No se forma para pasar un examen, sino para la vida. Una educación de calidad en valores debe plasmar la vida de los niños, de los adolescentes, de los jóvenes, del hombre y de la mujer, asumiéndolos siempre como personas en el sentido más profundo de su significación espiritual, es decir, dotados de la dignidad de ser libres y revestidos desde dentro por las virtudes más insignes, tales como eran la «virtud» o «excelencia», la «areté» de los antiguos griegos, que imprimían en el hombre un sello auténtico de humanidad, más allá de las competencias a que esa virtud los habilitaba23.
Esa formación invita así a entrar en el tejido humano de las relaciones sociales, que se entretejen en la familia, en las sociedades intermedias, y luego, con nuevas competencias, en la vida laboral y política24. Esa formación tampoco deja de imprimir sus huellas en un sujeto abierto a valores y realidades trascendentes y por eso mismo absolutas.
En una palabra, puede afirmarse —coincidiendo con Max Scheler25—, que los valores en su más variada gama, como son los valores sensibles, útiles, vitales, estéticos, intelectuales, morales y religiosos, atraviesan de lado a lado la institución escolar, junto con sus estructuras y protagonistas, e igualmente al «imaginario social» en el cual está inscrita. Los valores resultan así consubstanciales a la sociedad y a las instituciones que la integran. Esto hace que cada institución educativa deba ser muy consciente de los valores que asume como propios y de los antivalores a los que está expuesta.
Tal conciencia de valores debe explicitarse en el ideario del Proyecto Educativo Institucional (PEI), y testimoniarse mucho más en el compromiso diario de su personal directivo, de sus docentes y no docentes, de los alumnos, de las familias, y también debería ser visible en las estructuras administrativas, en las metodologías y contenidos curriculares y en las prácticas de enseñanza-aprendizaje que afectan al «acto» concreto educacional de cada día. La calidad integral educativa debe impregnar, por lo tanto, la totalidad del proceso educativo, y la evaluación, en correspondencia con este proceso, deberá ayudar a consolidar y no a encubrir la transformación educativa en marcha en cualquier institución escolar.
Todo eso nos hace presentir que esta «calidad integral» no será fácil de evaluar por los métodos actuales. Una evaluación de calidad sensible sólo a los modelos economicistas de educación va a favorecer ciertos perfiles que respondan a tales tipos de demandas. Por ejemplo, se evaluará la gestión educativa en cuanto sea capaz de formar sujetos con competencias para resolver problemas o con capacidades solicitadas ahora por las empresas para innovar en un mercado altamente competitivo. Sus resultados tenderán a mejorar las performances de la institución educativa en esa línea empresarial. La calidad integral no se niega a enfrentar estos desafíos, pero rehusa someterse a la lógica meramente economicista que se le ofrece. Es por ello por lo que para evaluar en términos de calidad integral se debe apelar a nuevas formas de evaluación y de autoevaluación, no sólo de los alumnos sino de todos los agentes que intervienen en la gestión educacional, incluidos la familia y la sociedad.
La evaluación, al igual que la calidad educativa, es una realidad compleja26. Depende de varios factores y no se deja acotar solamente por el indicador de un solo resultado. Sin querer describirla de un modo exhaustivo, podríamos decir que la calidad educativa de una institución escolar —para tomar una referencia concreta— puede ser evaluada de un modo integral si se tienen en cuenta, al menos, tres «factores» que inciden en su conformación: el sociocultural, el institucional-organizativo y el didáctico-pedagógico, que forman como su «contexto» concomitante. A este triple contexto nos referiremos ahora brevemente. Un estudio más detallado debería enumerar y precisar los diversos indicadores de calidad integral, a fin de evaluar lo más objetivamente posible la calidad integral de una institución escolar.

4.1. El contexto sociocultural de la calidad integral

El primer factor es el «contexto sociocultural» en el cual la institución escolar vive y se desarrolla. Ella no vive en el aire. Necesita un «hábitat» o marco cultural-axiológico y socioeconómico en el que esté inscrita y con el cual mantenga un permanente flujo y reflujo de dar y recibir. Es en este medio donde se descubren las aspiraciones y necesidades más elementales de la familia y de la comunidad. Los alumnos serán vivos portadores de un imaginario social rico en determinaciones tradicionales, modernas y postmodernas que introducirán en el aula, y que será responsabilidad del docente descubrir, reconocer y alentar a fin de reelaborarlo con nuevos y significativos saberes. Así se formará un «clima» inculturado propicio para el reconocimiento de las identidades personales y para el acrecentamiento de la calidad educativa.
Es también en este imaginario social donde anidan las demandas y las problemáticas más acuciantes que agitan a los jóvenes y conmueven a la comunidad, como son la pobreza, la exclusión, la violencia, el desempleo, el consumismo, el SIDA, la contaminación ecológica, etc., y que de un modo u otro deberán ser asumidas como «temas transversales» en el currículo inculturado de esa institución escolar. Esta realidad compleja del «contexto sociocultural» abre toda una serie de nuevos indicadores, no reducibles a lo meramente económico, y que serán de vital importancia para comprender de un modo más integral las correlaciones que se dan entre «contexto sociocultural» e institución escolar en cuanto a calidad educativa, tanto en el impacto de la sociedad sobre la escuela, como de ésta sobre aquélla.

4.2. El contexto institucional-organizativo de la calidad integral

El segundo factor que afecta a la calidad educativa de una escuela lo proporciona su propio «contexto institucional-organizativo», que la sostiene en un complejo entramado donde se entrecruzan variados procesos articulados por el Proyecto Educativo Institucional (PEI), que le da su espíritu y su forma institucional27. Es en este vértice donde se sitúan los grandes principios rectores de la institución y su base axiológica, de la que dependerá intrínsecamente el deber ser de su calidad educativa. Aquí se abrevarán diariamente tanto los directivos como los docentes, el personal administrativo y de servicios, los padres y, en general, toda la comunidad educativa.
Una escuela sin Proyecto Educativo Institucional elaborado y compartido por toda la Comunidad Educativa, al que se remite constantemente en su propio accionar, se parecerá más bien a una máquina que funciona sin ton ni son, sin norte ni motivaciones profundas que alienten su quehacer. De ella no se podrá esperar ninguna excelencia ni búsqueda constante para mejorar su oferta de calidad educativa.
Centrados por el PEI se vertebran al menos tres procesos convergentes en una unidad coherente dentro del «contexto institucional-organizativo»28. El primero alude a la dirección de los órganos de gobierno de la institución escolar. El segundo al nivel operativo, donde es importante tanto el docente como los alumnos y la infraestructura necesaria para que se pueda ejercer la función propia del establecimiento educativo, como es la función enseñanza-aprendizaje. El tercero, finalmente, se refiere al nivel de apoyo, imprescindible también en toda escuela, y apunta a los servicios administrativos y auxiliares que complementan toda la labor educativa del centro.
Cada uno de estos procesos es rico en indicadores de calidad educativa. Así, uno podría evaluar, por ejemplo, el grado de compromiso que los directivos tienen en relación con el PEI y su contenido axiológico. Los indicadores habituales suelen medir sólo eficacias y eficiencias a un nivel meramente pragmático. Los indicadores de calidad integral son más exigentes, porque están calibrados en valores y no en actividades pragmáticas. Es aquí donde el liderazgo de los directivos tiene un ancho margen para crecer indefinidamente y evitar cualquier aburguesamiento prematuro. Otros indicadores podrán traducir la competencia profesional de los docentes, su actualización permanente, su relación con otros colegas para compartir con ellos la gestación y puesta en práctica del currículo anual, etc.
De modo semejante se podrían diseñar otros indicadores para reflejar otras muchas funciones que el docente pudiera desempeñar para elevar la calidad educativa del centro. Un indicador muy pertinente a este respecto es el grado de adscripción y dedicación que el docente tiene con la institución escolar a la que pertenece. Hoy, por su precaria situación económica, muchos docentes deben estar adscritos a varias instituciones simultáneamente, cumpliendo en cada una de ellas funciones a tiempo parcial, pero sin estar vinculados a fondo con ninguna en particular. Esta lamentable situación afecta sin duda a la calidad educativa del centro. Otros indicadores deberían reflejar el uso adecuado de nuevos recursos tecnológicos en la escuela. La existencia del mero recurso, digamos de una sala de computación, no es garantía de calidad educativa. El indicador debe reflejar no el recurso aislado, sino el buen uso del recurso. Y esto está también ligado a los valores y a los fines y objetivos del proceso educativo.

4.3. El contexto didáctico-pedagógico de la calidad integral

El tercer factor que afecta a la calidad educativa lo proporciona el inmediato «contexto didáctico-pedagógico» propiamente dicho. Aquí está en juego el arte de todo el proceso educativo, ya que en su irrepetible inmediatez tanto el docente como los alumnos deben poner en acción todo lo que está previsto en los niveles previos y más alejados tanto del «contexto sociocultural» como del «contexto institucional-organizativo». Aquí se indican planteamientos didáctico-pedagógicos que tienden a presentar el nuevo rol del maestro, que deja la tradicional función de ser mero transmisor de conocimientos para convertirse en acompañante de sus alumnos, quienes ahora tienen la tarea de construir con su conducción, con la ayuda de toda la comunidad educativa y la provisión de medios tecnológicos adecuados, no sólo nuevos conocimientos sino también habilidades y actitudes valorativas de excelencia29. Igualmente, el «currículo» efectivizado paso a paso en el proceso concreto de enseñanza-aprendizaje desempeña un rol muy importante para crecer en calidad educativa.
Diversos indicadores deberían reflejar las distintas virtualidades de los maestros y de los alumnos, como también del currículo, en orden a alcanzar la excelencia educativa. Algunos indicadores tendrían que apuntar a los contenidos, otros a la metodología. Ninguno de ellos debería estar privado de alguna referencia a los valores que impulsa el PEI y que actualizan el currículo anual para los diversos niveles y cursos de la escuela. Los contenidos, como hemos mencionado más arriba, deben estar abiertos a lo conceptual, a lo procedimental y a lo actitudinal, tal como se despliegan en las actividades del aula, en la escuela y en su contexto sociocultural. Esta triplicidad de contenidos garantiza una comprensión integral de la calidad educativa que se quiere implementar. Otras iniciativas pedagógicas, como la de los «temas transversales», podrían enriquecer esta perspectiva en valores30. Del mismo modo, las modernas pedagogías personalistas y constructivas del conocimiento, que dan amplio campo a la iniciativa del alumno bajo la conducción del docente, son también un fuerte incentivo para crecer en calidad educativa por los resultados y valores que despliegan. Todo esto conduce a forjar nuevos indicadores que reflejen tanto cualitativa como cuantitativamente esas nuevas posibilidades de la calidad educativa.
Una evaluación integral deberá atender cuidadosamente los tres factores fundamentales que afectan el resultado final del hecho educativo. De lo contrario caerá en falsas apreciaciones, como las que pueden surgir cuando se comparan ciertos logros con la trama sociocultural que ella manifiesta en sus alumnos, sin el debido discernimiento. Estas evaluaciones, hechas con franqueza y verdad, ciertamente ayudarán a mejorar la institución escolar, las performances en calidad de los alumnos, y devolverán con creces a la sociedad lo que ésta ha invertido en la educación. La evaluación debe dejar de ser un instrumento del Estado para controlar el nivel educativo de la población estudiantil. Es preciso que los procedimientos evaluativos se conviertan en un medio que ayude a las propias escuelas a mejorar su calidad educativa. Así, algunos de estos métodos permitirán conocer mejor las experiencias de los alumnos, que son la base de la adquisición de nuevos saberes realmente significativos en la escuela.
De tal manera podría eliminarse la brecha existente actualmente entre cultura popular y cultura escolar o ilustrada, presentadas muchas veces como culturas antagónicas y contradictorias. También podrían comenzar a comprenderse mejor los «desniveles» en calidad educativa en escuelas situadas en lugares con culturas propias. En esta perspectiva no sería extraño que una escuela de la quebrada de Humahuaca o de Tierra del Fuego tuviera índices de calidad integral superiores a otra de la Capital Federal, ya que la evaluación educativa deberá tomar en cuenta ahora otros factores que afectan a la integralidad del hecho educativo. Avanzar en esa dirección hacia una calidad integral será, sin lugar a dudas, uno de los más grandes desafíos de la educación de nuestro siglo XXI.

Notas

1 Este trabajo fue presentado en un panel en el marco de las «Segundas Jornadas Internacionales sobre Ética y Educación», organizadas por la Cátedra UNESCO «Ética y Política», con sede en el Senado de la Nación, y realizadas en Buenos Aires entre el 30 y el 31 de marzo de 2000.
2 Cfr. Colom Cañellas, A. J.: «La calidad de la educación desde la teoría pedagógica y la historia», Bordón, vol. 40, nº 2, pp. 163-175, 1988.
3 Cfr. Llach, J. J., Montoya, S. y Roldán, F.: Educación para todos, IERAL, Buenos Aires, 1999, pp. 419 y ss.
Ibíd., pp. 90 y ss.
5 Esto también lo reconocen Llach y otros al decir: «Es muy importante tener en cuenta que en este tipo de pruebas (principalmente en el área de matemática-ciencias y lengua) sólo se detectan algunas habilidades cognoscitivas de los estudiantes. Quedan totalmente excluidas, en cambio, las capacidades no cognoscitivas, tales como los valores éticos, la motivación, la iniciativa o la valoración del logro...» (Ibíd., p. 94).
6 Esta fuerte correlación entre calidad educativa y factores socioeconómicos, tan señalada en la literatura después de los estudios de Coleman (1966), sin ser absolutamente desmentida fue ciertamente atemperada y redefinida sobre todo en países en desarrollo, tal como el mismo Llach lo señala (Ibíd., p. 102).
7 Llach, J. Jy otros, Op. Cit., p. 94. Se reconoce también aquí la limitación de estos estudios: «Es claro, sin embargo, que dados los objetivos proclamados del sistema educativo, el estudio de estos resultados cualitativos debería incluir también la formación ciudadana, la capacidad de educar a los hijos y el aprendizaje de valores que hacen a la formación integral de las personas humanas. La carencia de estudios sistemáticos acerca de estos aspectos de la educación y, más aún, de su posible influencia en las variables que sí se estudian, es una limitación seria de la literatura de las últimas décadas» (Ibíd, p. 95).
8 Delors, J. y otros: La Educación encierra un tesoro, Informe a la Unesco de la Comisión Internacional sobre Educación para el siglo XXI, Santillana-Ediciones UNESCO, Madrid, 1997, cap. 4, pp. 56 y ss.
9 Así lo afirman Llach y otros, Op. Cit., p. 94: «Sería un grave error, sin embargo, descalificar totalmente a las pruebas estandarizadas en función de sus limitaciones».
10 Cfr. Álvarez, M.: El liderazgo de la calidad total, Ed.Praxis, S.A., Barcelona, 1998, cap. 1; López Rupérez, F.: La gestión de calidad en educación Ed. La Muralla S.A., Madrid, 1997, pp. 39 y ss.
11 Cfr. Shiba, S., Graham, A. y Walden, D.: A new american TQM, Productivity Press, 1993.
12 López Rupérez señala tres valores centrales a modo de «racimos éticos» que acompañan la calidad total empresarial. Estos son la «adhesión personal a un ideal de perfección», la «consideración del otro en tanto que persona» y la «identificación con un proyecto colectivo» cfr. Op. Cit., pp. 63-64.
13 Cfr. Álvarez, M.: Op. Cit., cap. 2, pp. 29 y ss.; véase también el excelente texto de S. Schmelkes Hacia una mejor calidad de nuestras escuelas, Interamer, Washington, 1994, donde se aplican a la vida escolar «las nociones fundamentales de la filosofía de la calidad total» (p. 5, la cursiva es nuestra).
14 Cfr. Schmelkes, S.: Op. Cit., p. 13. Los segundos «beneficiarios» de la escuela son, en terminología americana, los «stakeholders» (los «sustentantes» o «sostenedores») de la misma, como son los «padres, el Mercado y la Sociedad en general» (Cfr. Craig Johnson, E. y Golomski, William A. J.: «Quality concepts in education», TQM Magazine, vol. 11, nº 6, 1999, pp. 467-473).
15 Cfr. Schmelkes, S.: Op. Cit., pp. 31 y ss.
16 Cfr. Ibíd., pp.35 y ss.
17 Cfr. Tedesco, J.C.: El Nuevo Pacto Educativo. Educación, competitividad y ciudadanía en la sociedad moderna, Ed. Grupo Anaya, Madrid, 1995. En esta obra Tedesco, ante las tendencias individualistas del mercado y el centralismo planificador del Estado, propone instaurar la concertación de un nuevo pacto educativo.
18 Un ejemplo de ello son las llamadas «escuelas eficaces», que, sin embargo, han alcanzado logros interesantes. En esa línea una escuela es «eficaz» cuando consigue sus objetivos. Para tal orientación sólo habrá calidad cuando pueda evaluarse el objetivo. Aquí hay una definición «operativa» de calidad. Sólo es verdad lo que puede medirse. El establecimiento de «objetivos», no de «fines» que no podrían evaluarse, es un requisito de la eficacia. Para las escuelas eficaces lo fundamental es la «enseñanza y el aprendizaje», por lo cual la función social o cualesquiera de las otras finalidades que se han adscrito tradicionalmente a la escuela están de más. La escuela será eficaz para esta orientación cuando se dedique a lo suyo, es decir, a enseñar y a aprender, y nada más. cfr. López Rupérez, F.: Op. Cit., pp. 93 y ss.).
19 Cfr. López Rupérez, F.: Op. Cit., pp. 60-63. El ciclo de Deming, en apretada síntesis, implica cuatro operaciones: Planificar, Hacer, Revisar, Actuar (Plan-Do-Check-Act), en continua sucesión hasta alcanzar el objetivo. Es el ciclo PHRA, donde «Planificar significa hacer planes de mejoramiento en las prácticas actuales a partir de datos sólidos. Hacer significa la aplicación del plan. Revisar significa ver si se ha producido la mejoría deseada. Actuar quiere decir prevenir la recurrencia o institucionalizar el mejoramiento como una nueva práctica para mejorarse» (Cfr. Schmelkes, S.: op. cit., p. 66).
20 Cfr. Schmelkes, S.: op. cit., p. 82: «Igualdad es dar lo mismo a todos. Justicia es dar más a los que tienen menos».
21 Años atrás, en 1982, García Hoz introdujo el término «integridad», junto a los de «eficacia» y «coherencia», para caracterizar una de las tres propiedades o rasgos básicos que debía poseer la calidad educativa. En esta perspectiva la «integridad» indicaba el desarrollo de las «aptitudes y posibilidades de cada persona en particular en tanto que individuo inserto en una comunidad» (cfr. García Hoz, V.: Calidad de educación, trabajo y libertad, Ed. Dossat, Madrid, 1982) . En este sentido nuestro concepto de «integridad» es más amplio que el de García Hoz, e incluye a la eficacia la coherencia, a los valores y a los otros aspectos que miran no sólo al educando, sino también a la institución educativa. Nuestra comprensión de la «integridad» ha asumido y sobrepasado la crítica de la calidad total educativa a los enfoques tradicionales de la calidad centrados únicamente en el currículo y en el alumno.
22 Sobre el concepto de «valor» véase nuestro trabajo «Ciudadanía, transformación educativa e imaginario social urbano. La problemática actual de los valores ante el desafío de la regionalización y el impacto de la globalización», Stroinata, año LV, 1999, pp.54-59.
23 Cfr. Jaeger, W.: Paideia, los ideales de la cultura griega, FCE, México, 1957.
24 Cfr. nuestros últimos trabajos sobre este tema: «Imaginario social, trabajo y educación», Stroinata, año LIII (1997), pp. 119-149; «Ciudadanía, transformación educativa e imaginario social urbano. La problemática actual de los valores ante el desafío de la regionalización y el impacto de la globalización», Stroinata, año LV (1999), pp. 53-89.
25 Cfr. Schelkes, M.: «Ética», Revista de Occidente, Madrid, 1941.
26 Cfr. Bertoni, A., Poggi, M. y Teobaldo, M.: Evaluación: Nuevos Significados para una Práctica compleja, Kapelusz, Buenos Aires, 1997.
27 Cfr. Rossi, M. y Grinberg, S.: Proyecto Educativo Institucional. Acuerdos para hacer escuela. Ed. Magisterio del Río de la Plata, Buenos Aires, 1999.
28 Cfr. de la Orden, A.: «La calidad de la educación», Bordón, vol. 41, nº 2, pp. 156-157, 1988.
29 Para la nueva comprensión «constructiva» y no «transmisiva» del saber y el nuevo rol del maestro, veáse Tonucci, F.: ¿Enseñar o aprender? La escuela como investigación quince años después, Ed. Rei Argentina, Buenos Aires, 1992. Para la revalorización actual del maestro, por su sentido de humanidad, calidez y empatía, que no suple el mejor currículo, véase Jaim Etcheverry, G.: La tragedia educativa, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1999, pp.156 y ss. Hacia el final de su libro llega a decir: «el éxito en la educación depende de esta relación singular, inexplicable, que se establece entre ellos (el maestro y sus alumnos) en la intimidad del aula» (Ibíd., pp. 214-215).
30 Cfr. Yus, R.: Temas transversales: hacia una nueva escuela, Ed. Graó, 2ª edic., Barcelona, 1998.

11.11.13

El valor de una palabra.

Tiene uno, de vez en cuando, serios debates de salón sobre el actual estado de las cosas en la educación y en la dirección que ésta va tomando cada día. Y tras el agradable fragor del intercambio de palabras e ideas, cuando uno, ya solo y sosegado, se para a reflexionar no puede dejar de dar la razón a esa compañera que dice que no sabe por qué veo tanto cambio si siempre nos hemos movido en las mismas líneas para llegar siempre a los mismos resultados que no son otros que adecuar la base social a las necesidades que en cada momento ha tenido la clase dirigente para seguir en ese estatus.

Bien es verdad que cité como ejemplo la escuela republicana francesa de Jules Ferry y alguna otra más cercana en tiempo y afectos (los MCEP,...) y sin embargo de pronto, como quien es cegado y deja de ver, me encontré un poco sin argumentos. Tal vez había llegado a un punto interior que ya conocía pero al que no quería hacer salir de su recóndito mundo interior. Llevamos toda la vida sirviendo en bandeja a generaciones de ciudadanos y ciudadanas para servir a lo que se demanda o demandará.

Empezaron a tener sentido las explicaciones de mi compañera. Hablamos de educación pero no usamos el mismo código. Algo así como aquello que decía Umberto Romagnoli "No es infrecuente que una palabra tenga los ritmos biológicos de los seres humanos. Nace. Vive. Se enferma y, si no se cura como debiera, muere. El síndrome de la enfermedad que puede aquejarla es fácilmente reconocible: la palabra ya no habla (…)”  Y así, llevamos hablando de educación en paralelo desde el fondo, o casi, de los tiempos, sin que en realidad hablemos de lo mismo, y lo que es peor, no nos hemos dado cuenta que desde hace años el verdadero poder viene dejando señales por todos lados de hacia dónde debe ir "su" educación que nosotros, simplemente, hemos querido ver como "nuestra" educación cuando son ellos los que marcan y ponen los ritmos y límites. Valga como ejemplo esta cita del año 1996: "Doce años de instrucción obligatoria financiados por el estado: he aquí algo que viola todos los principios del capitalismo."  Lesther Thurow.

Y nosotros sin enterarnos.

16.10.13

Cita antigua.

                Mientras un maestro de escuela debe considerarse completamente fracasado si sus alumnos salen a la vida sin los pertrechos indispensables, lo que significa saber leer, escribir y calcular correctamente, en cambio, un bachillerato que no haya dejado en la memoria de los alumnos indeleblemente grabada para siempre ninguna declinación latina, ninguna fórmula trigonométrica, ninguna especie botánica, podrá ser, sin embargo, un bachillerato eficaz si ha logrado despertar en el alumno la afición por la lectura de obras literarias, el hábito de razonamiento cuidadoso, el amor a la naturaleza y el sentido de la observación, porque, en fin de cuentas, ese imponderable que se llama cultura general no es sino aquello que queda en el espíritu después de haber olvidado todo lo aprendido en el periodo escolar.

Pedro Puig Adam, La Metodología y Didáctica de la Matemática Elemental, 1951

12.9.13

Yo no soy.

"Para los tiempos que vienen, no soy yo el maestro que debéis elegir, porque de mí sólo aprenderéis lo que tal vez os convenga ignorar toda la vida: a desconfiar de vosotros mismos "

Antonio Machado. Juan de Mairena.

Alianza Editorial.Madrid.1995.


1.9.13

Algo debe pasar en Septiembre. (O a lo mejor no)

"Nothing, like something, happens anywhere"*

Philip Larkin

* Nada, como cualquier cosa, sucede en ninguna parte. (Más o menos)

13.11.11

Mercantilizar la escuela




Nico Hirtt, belga de nacimiento y persona comprometida en varios campos, aventuraba ya en el 20o1 el proceso de mercantilización de la enseñanza a escala mundial. Hace ya diez años, cuando ni se aventuraba la crisis actual del modelo social, este hombre nos advertía de lo que estaba sucediendo en su país, en Francia o en EE.UU, aquellos que entonces, y ahora, parecen liderar la salida a esta crisis desde su óptica que ya entonces quedaba meridianamente clara. Desgraciadamente los pronósticos y la situación que nos presentaba, a día de hoy, son ya una realidad más que evidente en España y muchos más países.




Desde bastante antes, podemos decir que desde finales de los años 80, los sistemas educativos de los países industrializados han sido sometidos a un sinfín de críticas y reformas encaminadas a cerrarlas, a largo plazo, en lo que ahora nos viene. Por eso los que llevamos muchos años en esto ya sabemos de descentralizaciones, desreglamentaciones, autonomía creciente de los centros escolares, aumento de la burocracia y del control de los directores/as, falta de tiempo y espacios para la reflexión sobre la propia práctica docente, reducción y desregulación de los programas, "aproximación por las competencias", mecenazgo por parte del mundo empresarial, introducción masiva de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) sin formación expresa de lo que esto supone en la falta de reflexión ante la rapidez de las informaciones que estas tecnologías producen, fomento de la enseñanza privada y de pago. No se trata de dogmas personales de este o aquel partido ni mucho menos de una casualidad. La similitud de las políticas educativas desarrolladas en el conjunto del mundo capitalista globalizado no deja ninguna duda en cuanto a la existencia de poderosos determinantes comunes que impulsan estas políticas.


La tesis sostenida por Hirtt es que esos cambios vienen de un intento de adecuación profundo de la escuela a las nuevas exigencias de la economía capitalista. Lo que se está llevando a cabo es el paso de la "era de la masificación" de la enseñanza (entendida como el acceso de todo ciudadano/a a la educación)a la era de la "mercantilización"(en la que cada individuo será formado para cubrir las necesidades de la "sociedad" entendida esta como mercado). De facto, el aparato escolar - el más imponente servicio público que jamás haya existido- está siendo llamado a servir más y mejor a la competición económica, y esto de tres maneras:





Formando más adecuadamente al trabajador,



Educando y estimulando al consumidor



Abriéndose él mismo a la conquista de los mercados.



Esta nueva adecuación entre la Escuela y la economía se realiza tanto en el plano de los contenidos enseñados como en de los métodos (prácticas pedagógicas y de gestión) y en el de las estructuras.




Por eso os dejo este enlace a todo el texto para entender mejor por qué estamos donde estamos y, por qué no, agitar nuestras convicciones o certezas.

7.11.11

Educación y justicia social.

El artículo que os dejo creo, yo al menos asi lo veo, que no tiene desperdicio. Lo firma Antonia Lozano Díaz, Docente y miembro de eQuo Almería, y ahora que unos y otros juegan con la palabra, porque en el fondo es solo jugar con la palabra porque en el fondo ambos van a hacer lo que dicten los "mercados", este artículo viene a recordarnos que este derecho, que tanto tiempo ha tardado en ganarse es incuestionable. Ahora nos queda defenderlo. Bueno, ahora y después de estas elecciones, y de las siguientes, y de las siguientes....

La educación ya no es sólo una cuestión de gratuidad y obligatoriedad, es además una cuestión de justicia social.


La educación ha ido adquiriendo progresiva importancia a lo largo de la historia de la humanidad. En sus inicios sólo eran unos pocos los destinatarios de lo que llamamos educación formal. En la cuna de la escritura, Mesopotamia, tras varios años de estudio los escribas alcanzaban un notable prestigio social y grandes privilegios. En la antigua Grecia el acceso a la escuela estaba reservado para sus clases acomodadas, en un primer momento el niño, se formaba en casa con un ayo llamado “pedagogo”, posteriormente accedían a la escuela donde se formaban en las llamadas artes liberales: Trivium y Quadrivium. Geometría, gimnasia, retórica, dialéctica y música constituían el currículo de los jóvenes varones de la élite social.

Las épocas posteriores, con la Escolástica, el Humanismo, el Renacimiento, la Ilustración, etc., continuaron en una línea muy similar, destinando el acceso a la educación formal exclusivamente a las clases pudientes. La educación de la mujer, huelga comentarlo, no tenía razón de ser, en todo caso, y para las jóvenes de familias de pro, se les daba una enseñanza en torno a “cómo ser una buena esposa y madre”. Posteriores avances y desarrollos sociales como la industrialización, el desarrollo de las ciudades, el desarrollo tecnológico, la incorporación de la mujer al trabajo (remunerado), trajeron consigo una extensión del acceso a la educación. Paulatinamente los estados fueron tomando conciencia de la relación entre desarrollo económico y educación.

En las primeras regulaciones de la educación formal ésta era, tan sólo, una de las muchas competencias del Ministerio de Fomento. Es pertinente decir, puesto que dice mucho de su valor en ese período, que este ministerio era ocupado frecuentemente por ministros novatos que comenzaban, así, con aspectos menores de la labor política. La segunda mitad del siglo XX viene marcado, definitivamente, por el acceso obligatorio y gratuito a la educación. De hecho, es tal la importancia que se concede a la formación de las nuevas generaciones, que la educación, junto a la sanidad y la seguridad, son aspectos garantizados en nuestro país. Por otro lado, hemos de destacar que todos estos avances han corrido paralelos, en imprescindible simbiosis, con el desarrollo de valores democráticos y sociales, así, aparecen los valores de segunda generación.

La educación ya no es sólo una cuestión de gratuidad y obligatoriedad, es además una cuestión de justicia social. La justicia social alude a la necesidad de saber ver la realidad para compensar las desigualdades, sería “la justicia entre desiguales”. Este concepto involucra aspectos relacionados con la igualdad de oportunidades y la equidad social, el estado del bienestar, la distribución de la renta… y supone la concepción de un estado activo que no delega en manos privadas, espurias al concepto actual de educación, este derecho fundamental. Supone, por tanto, educar para un mundo mejor, educar en y para la democracia, educar para aprender a vivir de un modo respetuoso con el otro y con el entorno, para ser conscientes de los peligros de ciertas tendencias que llevan a repetir antiguos errores.




La actual apología de la educación privada nos retrotrae a tiempos que creíamos pasados, y cuyos principios y resultados no son coherentes con los valores de una sociedad que, conocedora de su pasado, se prepara en consecuencia para afrontar y diseñar el mejor futuro posible



Antonia Lozano Díaz
Docente y miembro de eQuo Almería

4.11.11

¿Qué es la educación?

A veces encuentra uno en la prensa cosas que le hacen volver a creer que hay algo que se mueve, que hay algo que a pesar de los golpes, las falsas informaciones, los engaños y embuste, los recortes y cien cosas más que podría decir, sigue existiendo entre los que nos dedicamos a esto de la educación: aún nos queda capacidad de pensar por nosotros mismos.

Algo así es lo que este artículo de Rafael Fenoy, publicado en Aula Libre, me ha traido y que quiero compartir con vosotros y vosotras desde este Pizarrín.

La educación: ni gasto, ni inversión. Un derecho

Las aguas educativas vienen revueltas en varias comunidades autónomas gobernadas por el PP. Los anuncios de recortes, primero, y las reducciones en el número de profesorado, después, han desatado la indignación de éste, que año a año ha visto como se le exigía más y mejores resultados escolares, a pesar de contar con menos recursos humanos y materiales para ello.

Los sociopolíticos y algunos sindicatos oficiales se aprestan a recoger la publicidad de esa justa indignación, remachando machaconamente que no se deben recortar gastos en educación, porque realmente ésta no es un gasto sino una “inversión”. Profetizan la quiebra de todo el sistema público educativo, cosa nada difícil de hacer, con datos objetivos sobre la mesa y pretenden reconducir, con la inestimable ayuda del ministerio socialista esta conflictividad en réditos electorales a meses vista.

Ni los sociopolíticos, ni los sindicalistas oficialistas, mosqueados por los recortes de las liberaciones, que se erigen en propagandistas de tal objetivo, están legitimados para ello. Han sido cómplices de años de privatizaciones en los servicios públicos, por acción u omisión, y además, tampoco tienen claro que la Educación, con mayúsculas, no es un bien mercantil que deba ajustarse a las inhumanas leyes del mercado. La Educación no es una mercancía y por tanto no se puede “invertir en ella”. La Educación es un derecho y por tanto, se les llena la boca, desde el monarca al último mono ministerial, diciendo que España es un Estado de Derecho, no hay más que hablar. Podremos prescindir de aeropuertos provincianos ruinosos, de fastuosas obras faraónicas, de decenas de miles de sueldos a políticos incapaces, incluso de los gastos, ahora sí, de las Casas Reales, de las subvenciones a iglesias religiosas, políticas o sindicalescas, …. etc, pero lo que es sagrado para la ciudadanía son los derechos fundamentales a la sanidad, a la educación, a la vivienda, al trabajo, a una vida digna desde el nacimiento hasta la muerte. Este es el gran asunto, del que aún no se han enterado, y que equivocada e interesadamente confunden, convirtiendo en mercancía nada menos que los básicos derechos de la ciudadanía, que al fin y a la postre son los únicos que sostienen la delgada línea roja de este contrato social que se sostiene en la simple y equilibrada ecuación (igualdad) de que pagamos impuestos siempre y cuando ello permita, ejercer nuestros derechos. La revuelta está servida, si se sigue por el camino de mercantilizar la dignidad de un pueblo.

Cuando el profesorado protesta, en forma mayoritaria, que nadie llegue a conclusiones precipitadas, como lo hace alguna relevante política del PP, ya que debería seguir la máxima de que aquel que “espera, desespera”. Punto primero: no son personas, las que se dedican a la docencia, faltas de preparación o de inteligencia. En segundo lugar, tampoco pierden el norte fácilmente y saben que la docencia se debe a la educación de sus alumnas y alumnos, que además las madres y los padres de estos se preocupan, como es su obligación, por aquello que perturbe el normal desarrollo de las clases. Y en tercer lugar, no son personas que, animadas por un espíritu gremial, pongan el interés de toda la sociedad, a la que sirven de verdad, por detrás de mezquinos intereses relacionados esta vez con impartir dos horas más de clase. Por ello, la ciudadanía debe escuchar sin prejuicios lo que estos/as inteligentes y formados/as ciudadanos/as nos dicen y valorar con enorme preocupación, que estas personas no vean otra salida que la protesta y la huelga, para hacer entrar en razón a políticas y políticos que nada saben de este honroso oficio del magisterio y que además, tienen una torticera visión mercantilista de la Educación.

3.11.11

Compartir e intercambiar.

Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana y las intercambiamos, entonces ambos aún tendremos una manzana. Pero si tú tienes una idea y yo tengo una idea y las intercambiamos, entonces ambos tendremos dos ideas.

Bernard Shaw

4.4.11

Aforismo educativo para pensar.


La educación es una muleta con la que el tonto ataca al sabio para probar que no es un idiota.

Karl Krauss

Me ha dejado pensando... ¿Y si fuera cierto?

28.3.11

Educación, ciencia y botellón.

"La única educación eterna es ésta: estar lo bastante seguro de una cosa, para atreverse a decírsela a un niño."

Chesterton


Esto, que queda muy bien, no parece que todo el mundo lo vea desde el mismo prisma, y si no aquí os dejo este artículo publicado el diario Granada Hoy, el pasado día 24, en el que lo que se afirma no deja lugar a dudas de la interpretación que quien lo hace tiene de la cita que encabeza esta entrada.


"El culto a la razón ha derivado en los botellones

" Javier Martínez: El arzobispo asegura que aún peor que la Educación para la Ciudadanía es la ciencia R. G. / Granada


Francisco Javier Martínez, arzobispo de Granada, dictó el jueves una conferencia en el aula Civitas Dei de Alcalá de Henares y no dejó títere con cabeza. Cobró el botellón por ser una consecuencia del Siglo de las Luces; el islam, por ser una falsa religión al servicio de un imperio político; el laicismo, por esconder una organización con una clara conciencia de lucha por el poder, y resultó malparada la ciencia porque con su epistemología ha colonizado a los cristianos y les impone un comportamiento moral contrario al suyo. La charla del arzobispo, que circula en varias entregas por internet, lleva por título La libertad de la Esposa; descolonizar la Iglesia, y en ella Javier Martínez señala con el dedo todos los elementos que a su juicio fragmentan la moral absoluta católica e imponen comportamientos disgregados a los cristianos. A Alcalá de Henares exportó como contra ejemplo el arzobispo la "granaína" fiesta de la primavera, a la que conectó con la "revolución de París" y el culto a la razón, uno de los tres rasgos que los cristianos no pueden asimilar de la cultura de la modernidad. "El culto a la razón ha terminado en los botellones (....). La fiesta de la primavera es la barbarie institucionalizada y ese es el futuro que nos aguarda". Pero no es el único enemigo. En esa tendencia a la "afirmación del yo" entran en juego las ciencias. "Más peligrosa o más que Educación para la Ciudadanía es la ciencia para el mundo contemporáneo" pues cada ciencia "contiene un epistemología y una concepción del hombre y del saber". Según Javier Martínez hay que rechazar al Estado que asume cada día más poder sobre el individuo. Rechazar el Estado pero salvando la patria que es "la cosa natural del hombre". Tampoco contribuyen a la irradiación de la moral católica otros elementos como la división "geográfica" entre lo religioso y lo que no lo es". "Frente a eso ¿qué vamos a poner nosotros? ¿Los valores cristianos? ¡Pobrecitos míos! ¿Dónde están? ¿Cómo se comen? (...) El laicismo al menos tiene organización una conciencia de lucha por el poder". Y además está el islam, que es "menos una religión que un imperio" pues se usa "para la cohesión de su cuerpo político". "El árabe no tiene siquiera palabras para la religión (...). Hablar de islam como una religión es ingenuo", una característica de la "bonhomía occidental, a la que le cuesta llamar a las cosas pro su nombre". Javier Martínez fue nombrado, curiosamente hace unos días, presidente de la comisión e Relaciones Interconfesionales.


Corolario: "Seríamos capaces de dar la vida por la democracia pero no por Jesucristo".

25.3.11

Educación y Manos.


Me ha encantado el título de este artículo del diario El País. Ahora que parece que sólo las nuevas tecnologías, redes sociales, Escuela 2.0, ... son las que marcan el devenir de nuestra escuela no está de más volver a recordar la esencia de la educación un maestro y un alumno, añadiendo a la imagen unas manos de artesano, símil este de la artesanía, del tiempo y la dedicación inseparable, a pesar de la inmediatez y rapidez de las TIC, de lo que debe ser ese espacio y tiempo compartido que es la educación del día a día. A ver qué os parece.


La buena escuela necesita manos

El fracaso educativo de España, que no se atajó en los años de crecimiento, tendrá un gran abono en los nuevos recortes - El profesorado paga la mayor parte del ajuste - PISA constata que maestros satisfechos mejoran el nivel del alumno


J. A. AUNIÓN 25/03/2011

El informe PISA de la OCDE ha venido a demostrar que el aumento, sin más, de la inversión en educación no garantiza la mejora de la calidad. Por eso, en su último informe, sus responsables se afanaron en buscar gastos concretos que compartieran los países que han avanzado. El ejemplo más claro que encontraron es que el aumento de los salarios de los profesores es más eficaz que la reducción de alumnos por clase. Habría que añadirle muchos matices y muchos peros a tal afirmación. Sin embargo, a escala española da igual, pues en España se bajan los sueldos del docente al tiempo que, con toda probabilidad, se aumentará la relación de alumnos por clase.

El grueso del recorte de unos 1.800 millones de euros que las comunidades y el Gobierno han decidido para la educación, en el contexto de crisis económica, lo soportarán los sueldos docentes. Además, en el último mes se han sucedido las protestas por las restricciones de los Presupuestos del Estado en forma de oposiciones docentes con muy poca oferta, un 30% de tasa de reposición: solo se podrán reponer tres de cada 10 bajas.

La última noticia sobre recortes llegó el pasado miércoles: las comunidades ya no tendrán que poner el 50% de los fondos para los 17 programas cofinanciados con el Ministerio de Educación: aumentar las plazas de guardería (Educa3), las clases de refuerzo o la digitalización de las aulas. El Ministerio de Educación pondrá los 510 millones comprometidos, pero las comunidades tendrán un balón de oxígeno, ya que solo aportarán lo que puedan o quieran.

Eso ocurre en un año en que se prevén numerosas jubilaciones por ser el último en el que los profesores pueden acogerse al retiro voluntario incentivado a los 60 años. Al final, cinco comunidades han decidido suspender las oposiciones u ofrecer muy pocas plazas Andalucía es la única que ha decidido cubrir todas las bajas, aunque eso signifique recortar aún más la oferta de oposiciones en otros ámbitos de la Administración. Al final, saldrán a concurso este año unas 8.900 plazas, unas 7.000 menos de las que harían falta, según UGT.

Además, los docentes conviven a diario con un goteo de restricciones que varía según las comunidades y que van desde recortes en el transporte escolar a las becas universitarias, la formación del profesorado, las infraestructuras, las actividades extraescolares e incluso el dinero para pagar la luz y el agua.

Se puede decir ahora que en la inmensa mayoría de comunidades los presupuestos educativos bajan menos que los del resto de las áreas. O que esa tasa de reposición es mayor que la que tendrán el resto de funcionarios, que será del 10%. O que los docentes, como todos los demás, deben soportar su parte de la crisis. O que un responsable público lo tiene realmente difícil a la hora de repartir y ajustar un presupuesto en versión reducida. Pero ¿tendría ese responsable que tener en cuenta muchas cosas antes de meterle la tijera a la educación? ¿Debe salvarse por mucha crisis que haya o precisamente por ella?

Una y otra vez se ha repetido que la educación y la formación son claves para salir de la crisis económica, un discurso que choca con los recortes. "Llama la atención cuando, al mismo tiempo que se proponen y efectúan recortes, muchos analistas hacen un discurso catastrófico al comentar los datos de PISA, por ejemplo sobre cómo nuestro sistema educativo vendría a ser el principal responsable de la situación económica, desempleo incluido", dice el asesor principal de educación del Banco Mundial, Juan Manuel Moreno.

De hecho, la comisaria europea de Educación, Androulla Vassiliou, ha hecho declaraciones pidiendo a los países miembros que mantengan o incluso incrementen los presupuestos educativos. Así, recriminó públicamente la actitud de los que, como España, han hecho recortes.

"La educación (y también la investigación) es un área muy golosa para hacer recortes, pues estos no tienen efectos muy negativos a corto plazo. Sin embargo, son devastadores a largo plazo", explica el catedrático de Economía de la Pompeu Fabra José García Montalvo. Ángel de la Fuente, del Instituto de Análisis Económico del CSIC, añade que está más que demostrada la rentabilidad social de la educación, es decir, la necesidad de verla como una inversión, no como un gasto, "ya que, en el medio y el largo plazo, la inversión se recupera con creces". Por ello, "no tiene mucho sentido que los presupuestos educativos se recorten cuando hay crisis y se aumenten cuando hay crecimiento. Habría que hacer una planificación a largo plazo, es decir, gastar bien lo que sea necesario", añade.

García Montalvo está básicamente de acuerdo con estas explicaciones, pero añade un matiz. "La rentabilidad social de la educación es mayor en los niveles inferiores de la educación, sobre todo en la etapa infantil. Por lo tanto, si hubiera que reducir el gasto público tendría más sentido hacerlo donde la rentabilidad social es casi nula, es decir, en la Universidad", dice en referencia a la posibilidad de que los alumnos paguen más por sus matrículas.

De cualquier modo, también están de acuerdo García Montalvo, De la Fuente y Moreno en que en educación, el gasto no lo es todo. Hay países que, con un gasto menor, obtienen mejores resultados que otros que invierten más. "Un recorte del gasto educativo, si se hace con tacto y con cuidado, no tiene por qué ser un drama", dice De la Fuente. Por ejemplo, aumentar de 25 a 27 alumnos por clase, de media, "no es grave", añade. "No solo se trata de mantener alta la inversión educativa, sino de procurar que cada vez se invierta más en todo aquello que ayude a mejorar la calidad", añade Moreno.

Sobre el impacto del número de alumnos por profesor en la calidad educativa, se suelen utilizar argumentos como el del informe PISA (mejor aumentar sueldos que reducir los alumnos por clase). Siempre teniendo en cuenta, como recuerda el profesor de Didáctica de la Universidad de Barcelona Francisco Imbernón, que para "chicos más pequeños está demostrado que sí importa", es decir, en la educación infantil y tal vez en los primeros cursos de primaria precisamente, las etapas para las que se han suspendido las oposiciones docentes de este año en seis comunidades. El propio informe PISA admite que "el tamaño de las clases parece ser más importante en los primeros años de escolarización que a los 15 años", que es la edad a la que esta evaluación internacional examina los conocimientos de los alumnos de 65 países y regiones del mundo.

Se suele poner en entredicho, en general, el impacto sobre la calidad de la enseñanza de las condiciones materiales y de los contextos laborales de los docentes a partir, por supuesto, de ciertos mínimos que España cumple. Y es precisamente esa la clave de lo que se está tratando porque serán esas condiciones las que se vean deterioradas con los recortes que se están produciendo en España. Esto es, aparte del descenso de los sueldos y del aumento de alumnos por clase, más presión para los docentes, con más horas de trabajo, o con más profesorado eventual, es decir, interino. Según los cálculos de CC OO, los docentes perderán entre 1.000 y 2.000 euros al año.

"En educación, todo está tan interconectado que ningún factor puede explicar por sí solo la calidad, pero cada uno de ellos afecta. Es decir, las condiciones materiales no son lo único importante, pero son importantes", explica el profesor de Didáctica de la Universidad de Murcia Juan Manuel Escudero. Lo plantea de esta manera: "Si con condiciones materiales favorables o aceptables [instalaciones, ratios, etcétera] el sistema español no ha conseguido dar el salto de calidad que necesita, es de suponer que sin esas condiciones tampoco lo hará".

Sobre la calidad, también hay mucho debate si la escuela en España es mala, es buena o es regular. Pero lo cierto es que se trata del tercer país de Europa con mayor tasa de abandono escolar temprano, más del 30%, y en el informe PISA no ha conseguido moverse en toda la década de un puesto, para muchos, mediocre. "Lo que está ocurriendo es que se está tocando la salud de alguien que ya estaba enfermo", añade Escudero.

El informe PISA también ha concluido que la pieza clave para mejorar la calidad es el profesor. De hecho, se ha convertido en un lugar común la frase del informe McKinsey de 2008 con datos de PISA que dice que ningún sistema educativo puede superar la calidad de sus maestros. Y esa calidad, aunque solo sea en parte y aunque tampoco justifique cualquier reivindicación laboral, depende de las condiciones de trabajo.