11.11.13

El valor de una palabra.

Tiene uno, de vez en cuando, serios debates de salón sobre el actual estado de las cosas en la educación y en la dirección que ésta va tomando cada día. Y tras el agradable fragor del intercambio de palabras e ideas, cuando uno, ya solo y sosegado, se para a reflexionar no puede dejar de dar la razón a esa compañera que dice que no sabe por qué veo tanto cambio si siempre nos hemos movido en las mismas líneas para llegar siempre a los mismos resultados que no son otros que adecuar la base social a las necesidades que en cada momento ha tenido la clase dirigente para seguir en ese estatus.

Bien es verdad que cité como ejemplo la escuela republicana francesa de Jules Ferry y alguna otra más cercana en tiempo y afectos (los MCEP,...) y sin embargo de pronto, como quien es cegado y deja de ver, me encontré un poco sin argumentos. Tal vez había llegado a un punto interior que ya conocía pero al que no quería hacer salir de su recóndito mundo interior. Llevamos toda la vida sirviendo en bandeja a generaciones de ciudadanos y ciudadanas para servir a lo que se demanda o demandará.

Empezaron a tener sentido las explicaciones de mi compañera. Hablamos de educación pero no usamos el mismo código. Algo así como aquello que decía Umberto Romagnoli "No es infrecuente que una palabra tenga los ritmos biológicos de los seres humanos. Nace. Vive. Se enferma y, si no se cura como debiera, muere. El síndrome de la enfermedad que puede aquejarla es fácilmente reconocible: la palabra ya no habla (…)”  Y así, llevamos hablando de educación en paralelo desde el fondo, o casi, de los tiempos, sin que en realidad hablemos de lo mismo, y lo que es peor, no nos hemos dado cuenta que desde hace años el verdadero poder viene dejando señales por todos lados de hacia dónde debe ir "su" educación que nosotros, simplemente, hemos querido ver como "nuestra" educación cuando son ellos los que marcan y ponen los ritmos y límites. Valga como ejemplo esta cita del año 1996: "Doce años de instrucción obligatoria financiados por el estado: he aquí algo que viola todos los principios del capitalismo."  Lesther Thurow.

Y nosotros sin enterarnos.

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