4.12.07

Inepto, cuando no incapaz.

"Hay dos maneras de decirle a alguien que es un inepto o un incapaz: una es llamárselo directamente a la cara y otra hacerlo más sutilmente, por ejemplo dejándole que pase de curso con cuatro asignaturas, pero el mensaje es el mismo, señora ministra, no nos engañemos." Estas palabras pertenecen a María Menéndez Ponte, escritora que las ha publicado en el número 3767 de la revista Escuela.

La revista dormitaba, junto a los libros de control horario, encima de la mesa de la Sala de Profesores de mi centro y normalmente les dedico una lectura oceánica para, cuando dispongo de tiempo, leer luego alguno de los artículos cuyo titular me ha llamado la atención. Este, titulado Gracias por la "confianza"me hizo pararme. Últimamente, no sé si será una pequeña psicosis personal, creo que existe una desconfianza profunda hacia los que trabajamos en la docencia y hacia los métodos que usamos. Ahí están las Pruebas de Diagnóstico, la insistencia machacona en enseñar para la vida a través de competencias (¿para qué enseñábamos antes?), y ese dardo envenenado de los famosos 7000 euros que cobraremos aquellos que nos "comprometamos" a mejorar nuestros centros, dando a entender que el fracaso mejora, exclusivamente casi, si los docentes cobramos más, por lo que ahora el problema es de índole pecuniaria, no de ratios elevadas, de un exceso de contenidos ridículos en el curriculum, de falta de formación seria y exigente del profesorado (nuevo y en activo), de inexistencia de apoyo a la verdadera autonomía de los centros y sí de primar proyectos megalómanos que lejos de mejorar la calidad, la dispersan cuando no la disminuyen. Así que a las dos formas de llamarle a uno inepto o incapaz, que citaba antes María Menéndez, habría que añadir una tercera: nombrarle docente y hacerle ver que todo lo que falla en la escuela es culpa suya.

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