17.8.09

Morir de éxito.

Os dejo un artículo que se publicó en el periódico Málaga Hoy el pasado 14 de Junio, firmado por el Catedrático de la U. de Málaga José Manuel Esteve. En él se expone una idea que muchos de los y las docentes de la secundaria ponen como uno de los principales problemas de la ESO hoy en día. Sin compartir del todo sus opiniones sí que me parece un buen punto de partida para comenzar un debate de esos que a los docentes no parece que podamos resistirnos aun estando de vacaciones.

MÁLAGA HOY (14/06/09)
"Nuestros sistemas educativos en occidente perecen víctimas del éxito"
El catedrático mantiene que la escolarización de la totalidad de los menores de 16 años ha trasladado a las aulas problemas sociales que los profesores no pueden abordar porque no han sido adecuadamente formados.

Hace 30 años, cuando los maestros todavía eran una autoridad social y el saber un valor intrínseco, cuando el éxito aún se vinculaba al esfuerzo y no a una andanada de gentes vociferantes y sin oficio, el catedrático de Teoría de la Educación de la Universidad de Málaga José Manuel Esteve comenzó a observar cómo se cuarteaba la sacralización del docente. Entonces generó polémica y contestación. Ahora ya nadie duda de que algo ha pasado en el sistema educativo.

Hace 36 años que es profesor universitario y 23 catedrático. Muchas cosas han sucedido en este tiempo.

Cuando empecé en la Complutense de Madrid, en 1973, la docencia era una profesión sacralizada. Después vi su cara oculta. El año pasado le pedí a mis alumnos de primero de Pedagogía que levantaran la mano los que en Primaria o Secundaria hubieran visto a un profesor o profesora salir llorando de clase y de 109 alumnos levantaron la mano 72.

Enseguida centró su trabajo en esa cara oculta.

He aportado una nueva forma de ver la profesión y de investigar a los profesores. En 1979 publiqué mi primer trabajo sobre esto. Fue muy polémico. Para que te hagas una idea ABC publicó una crítica diciendo que era un insano deseo de revolver en la basura. Después lo presenté en un congreso en Nancy (Francia) y me dieron bofetones por todas partes hasta que un señor alto y calvo al que no conocía se levantó y dijo que no tenía datos de España, pero sí de Bélgica y que eran coincidentes con los míos. Observé que debía de ser alguien importante porque todo el mundo calló. Era el director general del sistema francófono belga, Eduard Breuse. Al año siguiente me invitó a un congreso en Jerusalén, donde tomé contacto con un grupo internacional con el que he trabajado 20 años, con un montón de publicaciones y libros con títulos como Profesores en conflicto, El malestar docente, Los profesores ante el cambio social… Y así fuimos perfilando lo que estaba pasando.

¿Qué pasaba?

Descubrimos una paradoja que la gente no acaba aún de asimilar y es que nuestros sistemas educativos en occidente perecen víctimas del éxito. Por primera vez en la historia en los años 70 en Europa y en los 80 en España conseguimos escolarizar al 100% de los niños. Antes la educación era selectiva y soñábamos con el día en que todos los niños tuvieran educación.
Pero cuando llegó ese día…
Habíamos metido a todos los niños en el sistema educativo, pero también al 100% de los que tenían problemas sociales y personales… La segunda cuestión es que en una sociedad capitalista cuando algo se extiende pierde valor.

¿Cómo ha estudiado al maestro?

Al principio pensaba desde un punto de vista personal. Es decir, que los problemas eran los mismos pero que los profesores más frágiles se venían abajo hasta que me di cuenta que era un problema social, que era el problema de la integración del 100% de los alumnos y que dependiendo del sitio había gente que se ahogaba porque no entendía el entorno, a los niños ni tenía capacidad de comunicación. Por eso pasé de pensar en términos de problemas personales a hacerlo en términos de problemas sociales.

¿Ha empeorado el sistema educativo?

En mi último libro, La tercera revolución educativa: la educación en la sociedad del conocimiento demuestro con datos estadísticos que tenemos el mejor sistema educativo que hemos tenido nunca. Nunca antes los alumnos han tenido un nivel mayor de formación.

Pero las quejas son generalizadas y ahí está el informe Pisa.

El problema es de escala. Al mismo tiempo es verdad que el nivel educativo se ha deteriorado en el aula y que el nivel educativo general ha subido.

¿Por qué?

Cuando yo estudié Bachillerato había en Málaga dos institutos y cinco en la provincia, ahora hay 146. Es cierto que hay en el sistema niños con un nivel que antes no hubieran estado en el sistema, pero con sólo cinco buenos por clase, multiplícalo por 146. Antes la mitad de la clase era buena, pero únicamente había siete centros. ¿Cuál es entonces el tema? Alcanzar con un sistema educativo de masas los niveles de calidad de un sistema elitista y para eso necesitamos 20 ó 30 años de espera, hasta que estos niños que ya han tenido algo de escuela tengan a su vez hijos, porque hay padres que desmotivan, que le dicen a sus hijos, yo con tu edad ya trabajaba.
Además, hemos pasado una etapa de desmotivación porque los sueldos no vinculados a los títulos académicos eran mejores.
Hay un trabajo sueco sobre toda la población de Estocolmo y tiene una conclusión terminante: el factor que más influye en el éxito o fracaso escolar son las expectativas de los padres, por encima de la clase social y del nivel cultural. Esto lo vimos en la Universidad de Málaga hace casi 20 años estudiando a los niños de La Palma Palmilla escolarizados fuera del barrio, que obtenían porcentajes de éxito superiores a lo que se quedaban. El problema no es sacarlos o dejarlos en el barrio, sino que en el barrio haya expectativas para estos chicos.

El último fenómeno ha sido la inmigración, que usted ha estudiado con detenimiento.

Me parece un milagro. Tendríamos que quitarnos el sombrero ante esta generación de profesores que ha integrado, con muy poca ayuda de las administraciones, a 600.000 niños inmigrantes, que han llegado de golpe en 12 años, sin que se haya producido en España la violencia que ha habido en los barrios marginales de las grandes ciudades de Francia. El año pasado el Ministerio me financió una investigación sobre los conflictos en centros con gran presencia de interculturalidad y la primera conclusión es que apenas hay conflictos. No más que entre los niños españoles entre sí.

¿Entonces por qué el maestro no goza de prestigio social?

Porque vivimos en una sociedad que no valora la sabiduría ni la ética del esfuerzo y que tiene dos grandes modelos: los famosos y los ricos. ¿Cómo es posible que todo el mundo sepa en España quién es Belén Esteban? ¿Pero qué ha hecho esta chica? Y ahora pregunta entre la gente culta quién es el último premio Nobel de Medicina. Nadie lo sabe. Y, además, nuestra sociedad valora al que se enriquece de forma ilícita. Ahí el ejemplo de Gil era magnífico. Por eso las profesiones de servicio están desvalorizadas. Antes los maestros pasaban hambre, tenían sueldos miserables, pero representaban algo que la gente admiraba: la cultura y el saber.

Dice que para que la educación de masas sea de calidad tienen que transcurrir 20 ó 30 años. ¿Debemos sentarnos a esperar?

No. De 2000 a 2004 representé a España en la Agencia Europea de la Educación y me di cuenta de que los problemas son los mismos en Europa pero no los intentos de solución. En España el tema el tema educativo se ha empantanado en una reyerta política y no se ensayan soluciones. Todavía se sigue formando a los profesores con un sistema diseñado en 1970.

Pero el sistema educativo cambió con la Logse.

Sí, pero no los perfiles profesionales. Recuerdo un profesor que decía que él se había formado como medievalista, no como profesor de historia y cuando lo envían a un instituto a la Carretera de Cádiz y se encuentra ante 40 niños de su padre y de su madre le da un patatús porque tiene que enseñar historia general sin destrezas sociales para trabajar con chavales. Los profesores antes de enseñar debemos ganarnos el respeto de los alumnos y el derecho a ser oídos y eso necesita una formación. Uno de mis trabajos de más repercusión internacional fue un estudio del éxito o fracaso de los profesores. Cogí a 1.800, los puse a dar clase y los grabé para identificar esas claves.

¿Cuáles son?

El denominador común es que los profesores que fracasan no se enteran de lo que pasa en su clase, no saben quiénes son los líderes, quién pregunta para saber y quién para entorpecer la clase. Luego a esos vídeos les quitaba el sonido y lo mostraba a chavales de hasta 7 años para que identificaran sólo con el lenguaje gestual quiénes eran buenos profesores o no. Hay profesores que se atrincheran detrás de la mesa y los chicos ven que tienen miedo.

¿Qué más hace falta para acelerar la calidad educativa?

Antes, cuando un niño de clase alta iba mal su padre lo mandaba a Campillos o le ponía un profesor. ¿Qué pasa cuando el padre del mal alumno no tiene dinero para un profesor particular? Que el chico se va hundiendo. Debemos conseguir un sistema educativo más flexible que no agobie al profesor con tantísimos problemas distintos, pero que le dé un refuerzo a los chavales con más dificultades.

¿La solución es un portátil para cada alumno?

No. El problema no son los ordenadores, sino los programas educativos, los contenidos porque ahora hasta los mejores profesores no garantizan el aprendizaje. El siguiente cambio duro será la desaparición de los libros de texto y su sustitución por portales y programas interactivos de aprendizaje. Esto permitirá a los alumnos aprender a distintas velocidades y le quitará rutina al profesor que, para lo que realmente es insustituible, es para enseñar al chaval el valor de lo que está aprendiendo.
Ahora, en la Agencia Andaluza de la Evaluación de la Calidad (AGAE), se ocupa del área de enseñanzas universitarias. Se acusa al plan Bolonia de querer rebajar el nivel universitario.
Todos los cambios son difíciles de asimilar y luego hay personas e instituciones con mayor o menor capacidad de adaptación. En eso las universidades jóvenes como la de Málaga tienen mayor capacidad de respuesta que algunas tradicionales. Yo creo que el cambio va a ser para bien, aunque llevará un tiempo de adaptación. También tengo que decir que la universidad actual es cien veces mejor que aquella en la que yo estudié en nivel, dotaciones, edificios…

El Espacio Europeo de Educación Superior contempla medir los resultados por conceptos como la satisfacción de los alumnos. ¿Es correcto?

La frase más triste de mis 36 años de universidad me la dijo mi hijo cuando le pregunté por un compañero que estudiaba como él una ingeniería. Me dijo que nunca aprobaría primero porque su padre no tenía dinero para mandarlo a las academias. Entonces caí en la idea de que para que mi hijo aprobara primero había pagado seis academias. ¿Por qué no echamos a los profesores de la universidad y ponemos a los de las academias? ¿Cómo es posible que en una escuela, donde el más tonto entra con un 7,6 de Selectividad, de 120 alumnos aprueben dos? La AGAE estudia la tasa de fracaso y su coste porque si tenemos que pagar 12 catedráticos, 22 titulares y tres asociados para sacar dos ingenieros, cada ingeniero nos sale por un riñón.

El problema es que fallan en matemáticas.

Pues si los estudiantes no llegan con suficiente nivel de matemáticas, ¡dé un curso cero de matemáticas, pero no se dedique a hundirlos porque a partir de un nivel que un exquisito tío de matemáticas marca en su cabeza sólo aprueban dos! Y luego está lo contrario: el sobresaliente colectivo porque se trata de una asignatura optativa y como tiene pocos alumnos para que se mantenga el tío da sobresaliente a todos. Yo siempre he dicho que en 36 años en la universidad nunca jamás nadie me ha cogido un acta y me ha pedido que justifique por qué un alumno tiene determinada nota… Eso se va a acabar porque al cruzar los datos estadísticos vamos a tener una radiografía de la realidad de las universidades.

¿Eso no lo ve el decano?

Es que el director del departamento dice que lo mire el decano, el decano que si no lo ha mirado el director del departamento y el vicerrector o el rector que es un problema del departamento y del decano. La mala versión de la libertad de cátedra hace que se estén produciendo situaciones impresentables con las que acabará Bolonia porque cada facultad presentará su tasa de aprobados, suspensos y repeticiones y se pondrán referentes externos de evaluación.

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