24.2.07

Violencia II




Siempre parece que queda algo por decir. La semana pasada los docentes de Cádiz, y el curso pasado de Granada y antes Almería, pararon en protesta por las continuas agresiones que se suceden, cada vez con más frecuencia, en el ámbito de los centros escolares. Denuncian la no personación de la Administración como acusación o como defensa de los docentes, que no olvidemos dependen de ella. La Administración educativa por su parte se limita a mandar a la Consejera o a sus Delegados provinciales en una tournée regional a vender nuevas acciones en la defensa de los funcionarios y funcionarias agredidos, y a subvencionar proyectos que funcionan mucho más en la realidad virtual en la que los jerifaltes docentes se mueven, que en el día a día frente a las pizarras, o los pasillos, o los patios, o las puertas de los centros.

El día 8 de Enero de 2006, se publicó en el Diario El País una entrevista al filósofo francés Maffesoli, de la que os dejo enlace http://www.elpais.es/articulo/elpepspor/20060108elpepspor_11/Tes/"> . En ella, este provocador, pone sobre la mesa ideas muy interesantes, no digo si más o menos válidas pero sí, que invitan a pensar si lo que se está llevando a cabo en nuestros centros tiene el carácter preventivo y educador que queremos o por el contrario estamos cayendo en una especie de papanatismo roussoniano del hombre bueno por naturaleza.

Afirma Maffesoli en esta entrevista y en otros libros suyos que “Tengo dos respuestas para explicar estos fenómenos de violencia ciudadana. Hay un primer problema y es que nuestras sociedades son sociedades a las que se ha querido volver totalmente asépticas, sin riesgos, seguras y protegidas en todo ámbito. Y en el fondo, las sociedades asépticas son sociedades potencialmente peligrosas.” ... “Estas explosiones juveniles en Francia son la expresión del hecho de que no sirve de nada evacuar completamente la violencia, sino que, al contrario, hay que encontrar los medios para “homeopatizarla”. En toda la cuenca mediterránea existe la tradición de saber ritualizar la violencia”.

En la entrada anterior sobre violencia que puedes leer un poco más bajo en este blog, hacía referencia a esta ritualización cuando hablaba de cómo la existencia del matón era usada como parte del aprendizaje del grupo. Y realmente me pregunto si el hecho de querer o creer, no sé qué será más peligroso, que todos somos buenos y podemos comportarnos ajenos siempre a nuestros instintos básicos de procreación y supervivencia (sale mi vena freudiana) no nos está llevando a crear una aureola de atracción hacia esos otros comportamientos violentos que en anteriores posturas escolares estaban más o menos ritualizados y controlados.

En su libro El nomadismo. Vagabundeos iniciáticos Fondo de Cultura Económica, México 1ª edición: 2004 afirma que “Lo característico de la modernidad ha sido la voluntad de alinear todo, de codificarlo y, en sentido estricto, identificarlo”, y creo que el fenómeno de la violencia está siendo enfocado en nuestras escuelas desde esa perspectiva, intentando desentrañarlo para extirparlo como hace un cirujano, sin comprender que en esa operación sólo conseguimos detener por un tiempo un crecimiento que, acabada la operación, volverá a brotar más fuerte aún si cabe. "El mito del progreso infinito ha muerto”, dice el sociólogo y subraya que “la violencia totalitaria” de la modernidad, que domesticó a las masas que fueron obligadas a trabajar –porque “sólo sedentarizando se puede dominar”–, está mostrando sus fallas. “Lo compacto se vuelve poroso”. Y es que a lo mejor necesitaríamos educar a los niños y niñas de hoy en que crecer en la inseguridad no es malo sino necesario, que la vida es más porosa que lo que quieren vendernos aquellos que se han encerrado en una burbuja virtual desde la que ven y dirigen el mundo.

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