1.3.10

De la ratio escolar o cómo mejorar las notas.


El artículo que os dejo al final de esta entrada lo leí, con sorpresa primero y estupefacción después, el pasado Domingo en el Diario de Cádiz.

No es la primera vez que leo lo que este inspector de educación publica en esa columna, ni la primera vez que lo traigo a este Pizarrín. Esta vez el artículo, que trata sobre la ratio escolar, no tiene desperdicio por lo que dice pero sobre todo por quien lo dice. Vayamos por partes.

Para empezar define, para los profanos en la materia, qué es eso de la ratio y ahí se deja caer ya con el primer comentario/explicación, que para mí es cuando menos, máxime viniendo de alguien que se supone controla esta ratio en los centros educativos, incomprensible. Nos dice este buen hombre que "... un centro o un curso tiene una ratio de 28, no se quiere decir que haya veintiocho alumnos por cada docente, sino que cuando éste da clase los destinatarios de la misma alcanzan ese número. Hago esta aclaración porque el resultado de dividir el número de alumnos por el de profesores da un índice inferior al que se conoce por esta palabra latina, como lógica consecuencia de que haya más docentes que grupos de alumnos." Claro que ahí no dice que muchísimos cargos directivos no pisan un aula más que por causa de fuerza mayor, a pesar de lo que tengan en su horario que el inspector debe comprobar que se cumple, con lo que esa "ratio" aumenta. Y tampoco dice que se usa a los docentes de apoyo para cubrir bajas, permisos y licencias con lo que la ratio vuelve a subir, y tampoco dice que si hay 28 alumnos/as en una clase, el 80% del tiempo son atendidos por un solo docente por lo que ese concepto de ratio es cuando menos personalísimo, si bien no le negaremos que en el plano virtual en el que se desenvuelve nuestra educación es perfectamente consecuente.

Continua contando su experiencia como maestro allá en los 70. Siempre me he puesto en guardia con aquellos que, tras muchos años en otras tareas, recuerdan su experiencia para hacer ver que saben de lo que hablan. Es verdad que en los 70, y hasta bien entrados los 80, las clases de 35 y más alumnos/as eran una cosa habitual en nuestros centros, al igual que el entorno y la sociedad otorgaban un papel muy diferente al conocimiento escolar y a quienes lo impartíamos, por lo que era posible trabajar con esas ratios, que permítaseme diga siguen existiendo en los Bachilleres actuales, y que hoy, con ese nuevo modelo de sociedad es practicamente inasumible en niveles educativos básicos.

Y tras una pequeña parrafada sobre leyes y progresos entra en el meollo de la cuestión: la reducción de la ratio escolar en nuestros centros, de la que dice que actualmente está entre las más bajas de Europa. Como no me cita de dónde se extrae dicho dato os dejo
este enlace para comprobarlo.

Y comienza lo verdaderamente interesante. Nos dice el Sr. Montero ..."Parece sensato pensar que cuantos menos alumnos haya por clase más tiempo podrá dedicar el docente a cada uno de ellos y, por tanto, mejor será la calidad educativa conseguida. Esto es verdad, siempre y cuando el profesor o profesora cambie la metodología y adopte otra más individualizada. Si hace con doce niños lo mismo que con el doble, no habrá una gran mejora de los aprendizajes discentes, pero sí un aumento de la comodidad del trabajo del docente. Ahora bien, tampoco es sensato pensar que la disminución del número de alumnos por grupo es siempre buena, y que cuantos menos alumnos haya sea siempre mejor. Así, sería deseable tener a 20 que a 25, a 15 que a 20 o a 12 que a 15." Empezar diciendo que parece sensato deja bien a las claras que no tiene claro que esa reducción en la ratio sea verdaderamente efectiva. Es evidente que el docente no puede hacer lo mismo con 25 alumnos/as que con 10, y que para que esa disminución de la ratio se vea corresponda con una mejora del trabajo en el aula, es necesario un cambio de metodología por parte del docente. Ahora bien, ¿se permite que se cambien los modelos metodológicos, esto es agrupamientos, horarios, curriculum, evaluaciones,... por parte de la inspección en los centros o se incide puntillosamente en el cumplimiento estricto de la normativa? Porque es claro y contundente que quienes deben visar estos cambios son los compañeros y compañeras de inspección del Sr. Montero y por mi experiencia, estos cambios no son siempre bien venidos ni aceptados, por lo que no acabo de comprender este cuestionamiento que más bien parece dejar caer que la reducción en la ratio, lejos de beneficiar al alumnado beneficia la tranquilidad del docente.

"¿Sería estupenda una enseñanza que se produjera a la vez con un grupo máximo de 10 alumnos? Rotundamente no." Esto ya sí que es de matrícula. Un aula es un pequeño microuniverso con elementos singulares y propios y elementos comunes, en los que todos deben aprender a convivir, respetar, compartir, asumir,...etc... bajo el ritmo que marquen entre todos pero con la ventaja de un control por parte del docente que lleve ese aula. Y bien es verdad que reducir el centro a un aula nos llevaría a una especie de endogamia educativa en la que determinados alumnos y alumnas serían fagocitados por el contexto, pero no hay que olvidar que un aula se circunscribe a un espacio superior, el centro educativo, que al igual que el aula tiene elementos singulares y elementos comunes, y unas leyes, escritas y no escritas, de las que el alumnado debe participar. Ahí es donde deben ponerse los medios para que exista, para que pueda existir, una mayor fluidez en los agrupamientos, en el desarrollo de los diferentes curriculum, en la posibilidad de cada alumnos/a de asistir en cada hora o periodo horario que se establezca a la clase/taller/actividad/... que le interese, etc... Esto sí que haría una clase con esa ratio verdaderamente útil. Negar esta validez a un grupo pequeño es negar la capacidad de mayor interacción del docente con cada alumno, de estos con sus compañeros y con el/la docente, de ese pequeño grupo con otros pequeños o grandes grupos, etc... En definitiva volver a reivindicar una escuela abierta y flexible, pero en el fondo volvemos a ver una tendencia a afirmar cosas que sólo pueden hacerse desde un cambio profundo del sistema, cambio que entiendo, perdóneseme si no lo entiendo bien, el Sr. Montero no ve claro o no comparte.

Reducir el éxito o fracaso escolar, y la relación de estos con la ratio, a las notas obtenidas..."o sea, que a más niños por grupo, mejores notas. Siempre que he puesto de manifiesto este dato he provocado una cierta reacción de fastidio, pero la realidad está ahí."no viene sino a dejar claro que la visión de la escuela como formadora de pensamientos, como capacitadora de competencias, no está en la mente de muchos, sino que todo eso debe ser evaluable y cuantificable en un número, en una calificación, con lo que a mayor número menos coste por alumno/a y si además hay mejores notas, pues miel sobre hojuelas.


En fin, que como dice el comentario al artículo, que también os dejo, si hay peores notas es porque miramos más a los alumnos/as al tener menos en clase, y al haber más se les analiza menos y se les ven menos carencias. Por tanto habrá que pedir volver a los 40 alumnos/as por aula. Al menos a lo mejor así tenemos opciones de jubilarnos antes de los 67. Menos da una piedra.


La ratio

Jaime Martinez Montero

En el sistema educativo escolar la ratio es una palabra muy conocida y posee un sentido unívoco. Se trata del número de alumnos a los que, a la vez, les da clase un profesor. Por ello, cuando hablamos de que un centro o un curso tiene una ratio de 28, no se quiere decir que haya veintiocho alumnos por cada docente, sino que cuando éste da clase los destinatarios de la misma alcanzan ese número. Hago esta aclaración porque el resultado de dividir el número de alumnos por el de profesores da un índice inferior al que se conoce por esta palabra latina, como lógica consecuencia de que haya más docentes que grupos de alumnos.

Desde los años setenta hasta hoy se ha avanzado mucho en este aspecto. Fui maestro en la primera mitad de esa década, y un curso tuve en mi aula a 48 alumnos. No era el único ni eso era lo más corriente. Sí era normal que hubiese 38 o 40 chicos y chicas por clase (separados, claro, entonces se era muy pesimista respecto a la capacidad del alumnado para controlar sus apetitos concupiscentes). Bien asentada la Ley General de Educación y establecida la democracia, se hizo un gran esfuerzo para reducir la ratio en Infantil y Primaria a 30, y a 35 en las entonces enseñanzas medias. Fue la Logse la que trajo las actuales magnitudes: veinticinco en Infantil y Primaria, treinta en ESO y treinta y cinco en Bachillerato. Hoy día la ratio española está entre las más bajas de Europa.

Siempre ha estado encima de la mesa la petición de que los grupos de alumnos disminuyan su número. En el momento presente es una de las cuestiones que se plantean como objetivo del -si es que se produce- pacto escolar. Parece sensato pensar que cuantos menos alumnos haya por clase más tiempo podrá dedicar el docente a cada uno de ellos y, por tanto, mejor será la calidad educativa conseguida. Esto es verdad, siempre y cuando el profesor o profesora cambie la metodología y adopte otra más individualizada. Si hace con doce niños lo mismo que con el doble, no habrá una gran mejora de los aprendizajes discentes, pero sí un aumento de la comodidad del trabajo del docente. Ahora bien, tampoco es sensato pensar que la disminución del número de alumnos por grupo es siempre buena, y que cuantos menos alumnos haya sea siempre mejor. Así, sería deseable tener a 20 que a 25, a 15 que a 20 o a 12 que a 15.

¿Sería estupenda una enseñanza que se produjera a la vez con un grupo máximo de 10 alumnos? Rotundamente no. En las aulas los niños no sólo adquieren conocimientos, sino que aprenden también a vivir en sociedad. Conviven con sus compañeros y gracias a ello se devuelven entre sí una imagen más ajustada de sí mismos. Aprenden a modular sus respuestas en función de los interlocutores, asumen diversos roles sociales y perciben y toman buena nota, para regular su conducta, de la variedad de tipos que más adelante se van a encontrar en la vida: el solidario, el chivato, el pelota, el fanfarrón, el empollón, el despistado, el tímido, el aprovechado, etc.

Pues bien, lo que la sociología escolar muestra es que por debajo de un número crítico (20 o 18 alumnos) el clima social se resiente, los roles que entran en acción disminuyen, las oportunidades de aprender y acomodar comportamientos decrecen, y, como consecuencia de ello, se empobrece notablemente la educación social que el alumno o alumna adquiere. Los aprendizajes sociales son muy importantes para que el sujeto se sepa manejar en la vida y, desde luego, tienen una influencia más preponderante que la formación intelectual cuando se trata de desempeñar un papel activo y constructivo en la sociedad.

Pero, por no enredar, ¿es bueno que baje la ratio en los colegios e institutos? Pues según. Teóricamente sí, pero la realidad nos muestra otra cosa. Cuando se ponen en relación las calificaciones que otorgan los docentes a los escolares, por una parte, con el número de ellos que formaban el grupo, por la otra, nos encontramos, curso escolar a curso escolar, que o bien esta variable no tiene influencia en la anterior, o bien la influencia es negativa (especialmente en los centros concertados): o sea, que a más niños por grupo, mejores notas. Siempre que he puesto de manifiesto este dato he provocado una cierta reacción de fastidio, pero la realidad está ahí.

Suelo dar dos explicaciones para salir del atolladero. Desde el punto de vista de la gestión de los grupos, no repiten los mismos niños cuando el curso que sube ya viene completo que cuando éste llega medio vacío. Y finalmente recurro a la comparación con la visita al médico. ¿Qué población va a salir diagnosticada con más enfermedades? ¿La que estudia el médico a razón de 3 ó 4 minutos por visita, o aquella a la que el doctor puede dedicar a cada persona un cuarto de hora o más? Ustedes mismos.

1 Luis Pernía 21.02.2010, 18:19
Este señor es de la opinión que una persona sana es un enfermo mal diagnosticado, por lo que dice claro. Imagino, que como inspector, y jefe de los docentes de cada centro, aplicará una serie de propuestas que favorezcan la individualización de la enseñanza, los agrupamientos flexibles, etc. . . o tal vez su doctrina pedagógica se quede en haced lo que digo y no lo que hago. Sinceramente, pocos argumentos serios veo en su tribuna y más desde la posición en la que firma.

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