15.3.10

Senda de D. Miguel.

Los que seguís con cierta asiduidad este blog ya sabréis que no me han gustado nunca esas parafernalias que se suelen montar para "animar" a la lectura y que, más que animar a ello, sólo sirven para distraer a la mayoría de los receptores de esas actividades de lo que debiera ser el principal argumento de las mismas, el libro y sus características.

Un libro debe mostrarse, recomendarse, primero desde el conocimiento y admiración de quien lo muestra. Es casi imposible transmitir un valor sobre algo si no se conoce y admira ese algo. Pero sobretodo un libro debe tener en sí mismo, algo, ese pellizco del que hablaba Fernando Quiñones que nos deje una sensación en el estómago tras haberlo leído.

Cuántas y cuántas actividades, cursos, programas,...he visto pasar en los últimos años por mis colegios pretendiendo crear en los alumnos y alumnas un sentimiento de predisposición hacia la lectura que una vez que se acaban no han tenido más eco que el de cualquier otra actividad escolar de "Día D". Y cuántas y cuántas veces me he encontrado con libros recomendados que podrían haber sido más validos para curar el insomnio que para despertar cualquier interés en los lectores.

Y todo esto viene porque viendo y leyendo los homenajes que se le han realizado a Miguel Delibes este fin de semana, una de las cosas que más me ha llamado la atención es comprobar cómo muchos de sus lectores lo habían conocido en la escuela o en el instituto. Esto me llevó a pensar en cuándo y dónde conocí al enorme escritor que fue Delibes y descubrí que el primer libro de él que llegó a mis manos fue "Las Ratas", lectura obligada en el 2º curso del antiguo BUP. Y recuerdo el brutal encontronazo con una realidad y con una escritura, clara, concisa, precisa y cercana, que me descubrió otra Castilla y otra España, a la vez que una forma de escritura sorprendente para un chaval obnubilado entonces con lo que se decía y leía de la nueva narrativa hispanoamericana y el realismo fantástico.

E indagando por entre las estanterías, en busca de aquel libro, me fijé en los libros de lectura de mi, también antigua, EGB, aquellos Senda (guardados como un pequeño tesoro) que tenían dentro desde fábulas clásicas, a poemas de Aleixandre y Cernuda, artículos de Azorín, y una larga serie de autores y estilos, y que leíamos por las tardes en las clases, en voz alta y con las correcciones del maestro, D. Luis se llamaba, para que cada estilo literario tuviese su correspondiente y adecuada vocalización y dramatización.

Tras esto se le caen a uno los palos del sombrajo porque viendo las lecturas que mi hija (ya en la Universidad) ha realizado descubre uno que habrá asistido a no menos de 7 u 8 actividades de "animación" pero que no ha tenido delante (al menos en el colegio o instituto) un buen libro, o una buena selección de lecturas, que le despertase ese afán lector. No sé si porque el sistema ya ha perdido el norte completamente en este sentido y pretende que la animación, por sí misma, lleve a la lectura a los alumnos y alumnas o porque los que realizan los programas y los curriculums no han leído un buen libro en su vida y no se le puede pedir peras al olmo. El caso es que si hoy llevásemos a la escuela mi Senda de 5º de EGB (equivale al 5º de Primaria) habría incluso docentes que tendrían problemas para entenderlos, y así, no hay animación que nos valga.

Allá donde esté Ud.. D. Miguel, gracias por su literatura y perdón por no haber sabido llevar ese amor por la lectura a nuestras aulas.

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