24.7.07

Educación para la ciudadanía (que ellos quieren, claro)


La educación en nuestros colegios e institutos, de un tiempo a esta parte, ha ido asumiendo todas y cada una de las necesidades que la sociedad ha ido demandando, independientemente que la competencia para desarrollarlas, o trabajarlas, no fuera estrictamente del ámbito escolar o docente. Esto ha dado lugar a toda una serie de contenidos, objetivos, procedimientos ... transversales que se han añadido a las áreas más afines a ellos y trabajado en el día a día de cada aula. Los que lean esto y sean profesionales de la docencia dirán que es un hecho consumado y conocido por todos/as. Los que no debieran saber que el respeto por los demás, la educación contra la xenofobia, educación como consumidores, normas básicas de comportamiento, etc... se trabajan en el día a día. No es sino una apuesta por la ciudadanía, entendida esta como uno mismo dentro de un grupo, que parte de la persona y pretende sensibilizarla hacia espacios de solidaridad, dentro de ese grupo, cada vez más amplios. No es por tanto una educación carente de valores, sino que recoge los propios de ese grupo, en el que de nuevo somos reconocidos/as como participantes en una historia no desintegradora sino inclusiva,como debiera ser la escuela, en la que queda mucho por construir.

Por eso me he abstenido de escribir sobre el debate que se anda realizando estos días a cuenta de la Educación para la Ciudadanía, esa nueva asignatura que el actual gobierno pondrá en marcha el nuevo curso.


En otras entradas he hecho referencia a cómo los que diseñan la educación, en muchos casos, desconocen si los niños son redondos o poliédricos, si las aulas y sus maestros/as están preparados para afrontar los nuevos retos educativos, y en muchos casos, como éste, desconocen incluso qué se imparte en las aulas. Y digo esto porque después de leer, de forma oceánica eso sí, lo previsto en esta nueva asignatura, veo que todo lo que se propone ya se está realizando en nuestras escuelas; bien es verdad que no adquiere el cuerpo de una asignatura como tal, pero sí que esos contenidos, esos procedimientos, esas ideas, ya están en el día a día de cada clase. ¿Cómo si no se entiende que la convivencia con los alumnos/as inmigrantes, con presencia cada vez más amplia en nuestras aulas, no genere más problemas que con los autóctonos? ¿Cómo explicar que el modelo de familia debe ser tratado específicamente si en nuestras aulas ya se llevan viviendo tiempo? La respuesta es sencilla: la educación para la ciudadanía se trabaja en el devenir diario de cada clase, pero en formatos comunicativos reales, es decir, cuando surge esa necesidad, que surge muchísimas veces, se explica y se trabaja, pero partiendo de una necesidad real. Hacer de esto una asignatura no es sino crear un ente que no responderá a necesidades reales de los alumnos/as. Si el programa marca hablar de la posibilidad de que dos personas del mismo sexo adopten, pero ningún alumno/a ha planteado esa pregunta, será igual que cuando les explicamos lo bonito del macramé, es interesante pero no para ellos, por lo que su atención, y por tanto su aprendizaje bajará.

Desde mi punto de vista todo esto no es más que la necesidad, desde gobierno y oposición, de entrar a debatir lo superfluo para no entrar en lo realmente necesario; de ponernos delante una zanahoria, que nunca alcanzaremos, para luego darnos con el palo que la sujeta. Así conseguirán ambos, gobierno y oposición, una Educación para SU ciudadanía. Y si no nos gusta mucho, cambiamos en cuatro años y vuelta a empezar.

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