6.7.07

Sancho y las oposiciones.


Durante estas semanas se están realizando las oposiciones al cuerpo de maestros en Andalucía y otras comunidades.

Este tipo de exámenes siempre me han dado un poco de aprensión, un sentimiento de vuelta atrás en el tiempo, a aquellos funcionarios del pasado que debían pasar por un trago parecido. Y siento aprensión porque no entiendo cómo en pleno siglo XXI se siguen usando los mismos sistemas que en el XIX para poder acceder a una plaza dentro de la función pública.

Se me hace insoportable ver cómo personas que llevan toda la vida en la docencia, sin ser funcionarios claro, tienen que pasar una y otra vez por el mismo ritual y competir con jóvenes que han dedicado un año entero a prepararse en exclusiva lo que para ellos han debido compartir con las clases, la familia y la vivencia de la realidad educativa del día a día tan alejada, del espíritu y las formas, de los temarios oficiales que hay que repetir como un salterio si se quiere tener alguna opción de alcanzar ese estatus de funcionario docente.

Pero mi reflexión se dirige no tanto a este hecho sino a otro que ha pasado desapercibido, pero que tiene que ver con la condición de funcionario. Hace muy poco, aprovechando el final de curso, la administración ha aprobado en el Consejo de Ministros del pasado 1 de junio un Real Decreto de desarrollo de la Ley Orgánica de Educación por el que se regula la situación laboral de los profesores de religión. Una de las novedades más importantes del Real Decreto es que, una vez determinada la idoneidad de un candidato por parte de la confesión religiosa, el contrato, que hasta ahora se realizaba para cada curso escolar, pasa a ser un contrato laboral indefinido y, por lo tanto, estable. Lo que no se dice es que cada confesión elegirá, a su libre albedrío o a dedo en roman paladino, a aquellos que desempeñarán su labor, pagando el estado a todos ellos, sin que hallan tenido que pasar por oposición alguna, todo lo más una presentación de curriculum y de persona para que el responsable decida si son o no "idóneos". Es decir, una forma de trabajar en lo público sin necesidad de pasar filtros públicos, sino más bien, perdón por la expresión, filtros "divinos". Así que mientras a unos se les obliga una y otra vez a pasar por lo mismo, aunque luego se les vuelve a contratar (poderoso caballero es Don Dinero, otros gozan de sus privilegios desde una dimensión paralela. Ya lo decía aquel viejo loco..."Sancho amigo, con la iglesia hemos topado".

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