9.9.07

¿Qué leerán los niños este año?

Las últimas entradas hacían referencia, de una u otra manera, a la lectura. Ésta ha sido siempre un campo de batalla sobre las formas de desarrollarla, presentarla, etc... tanto en el ámbito escolar como en el familiar. Cíclicamente aparecen estudios sobre cómo, cuándo, dónde, por qué se lee. Sin embargo he leído pocos estudios sobre el proceso de decisión sobre cómo se decide qué leer, la conformación de un canon literario escolar y consecuentemente a dicho proceso, los roles tanto institucionales y personales que asumen los distintos agentes que intervienen en este proceso. Y esta decisión, sobre todo en los niveles más permeables de la educación, los primeros ciclos de la Primaria, debiera ser un paso, si no previo, paralelo a la decisión de cómo trabajar la lectura en los colegios e institutos.

Michel Foucault opina que estos procesos de selección componen en sí mismos una maquinaria de vigilancia del sistema sobre los propios procesos educativos que el mismo sistema genera en los centros educativos. "se trata de determinar las condiciones de utilización, de imponer a los individuos que los dicen un cierto número de reglas y no permitir de esta forma el acceso a ellos, a todo el mundo. Enrarecimiento, esta vez, de los sujetos que hablan; nadie entrará en el orden del discurso si no satisface exigencias o si no está de entrada, calificado para hacerlo..." (Foucault Michel (1992). El orden del discurso. Barcelona: Tusquets) En definitiva cuando el alumno llega a casa con una determinada recomendación sobre tal o cual lectura que debe hacer, la mayoría de los padres/madres y docentes, la analizamos desde el punto de vista de nuestros gustos y orientaciones personales y/o estéticas, pero no nos estamos planteando cómo esa lectura ha sido elegida frente a otros cientos de textos igual o más acertados que ese.

Bien es cierto que cada centro escolar, dependiendo de sus características sociales, culturales, económicas e incluso del ahora tan nombrado "ideario", va a constituirse en una comunidad de lectores muy diferente de la comunidad de cualquier otro centro. Sin embargo en ambos centros el adulto, en este caso docente, se ha erigido como mediador entre el libro y su destinatario. Y es en este punto donde me paro a reflexionar; ¿estamos los docentes preparados para que esa intermediación sea beneficiosa para nuestros alumnos/as?


Carola Hermida, Mila Cañón y María José Troglia en un magnífico artículo titulado Prácticas literarias y selección de textos afirman queRevisar los modos de utilización de los discursos en la escuela, las prácticas de la lectura y en especial la selección de textos literarios, supone la caracterización de un amplio panorama en el que no sólo convergen los criterios académicos de selección de textos –textos de calidad literaria, clásicos, modelos literarios, autores canonizados, etc.– sino otra cantidad inapreciable de variables –económicas, ideológicas, personales, etc.– que pujan sobre y desde los diferentes agentes con el fin de seleccionar los textos para los lectores infantiles.

Más adelante afirman estas autoras El problema se vuelve complejo cuando el selector/mediador se instala en un cómodo lugar que es el modelo de la repetición, esto tiene que ver con el canon escolar y con la experiencia en el aula: hay lecturas que “funcionan” y se cree que esto es así siempre y para todos. Esto no se relaciona con una decisión de seleccionar textos significativos cultural y socialmente hablando, sino con un estancamiento en ciertos lugares y roles que tranquilizan y con las exigencias institucionales y burocráticas que a veces atosigan...
Seleccionar textos canónicos es una decisión que debe darse sabiendo que existen otras lecturas, a veces en vías de legitimación, otras veces no legitimables aún por la institución, que ingresan y producen cruces interesantes. Como docentes comprometidos en esta tarea de mediación se debe saber qué leen los niños, qué eligen leer y cómo lo hacen.


Como tantas otras cosas, estas preguntas y reflexiones no son sino el síntoma que provoca una escuela que intenta plantearse cada año su papel dentro de la sociedad a la que sirve, una escuela que se empeña en no quedarse estancada en unos cánones que funcionaban hace unos pocos años pero que hoy ya no sirven.

Al menos siempre nos quedará el consuelo de Daniel Pennac que en su magnífico libro Como una Novela, que recomiendo como libro de cabecera o pizarra para cualquier docente, viene a decir...

...la libertad de escribir no puede ir acompañada del deber de leer.
En el fondo, el deber de educar consiste, al enseñar a los niños a leer, al iniciarlos en la Literatura, en darles los medios de juzgar libremente si sienten o no la “necesidad de los libros”. Porque si bien se puede admitir perfectamente que un individuo rechace la lectura, es intolerable que sea –o se crea– rechazado por ella. Es inmensamente triste, una soledad en la soledad, ser excluido de los libros..., incluso de aquellos de los que se puede prescindir.

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