28.11.07

Educación escaparate.

Los que seguís de alguna manera la trayectoria de El Pizarrín veréis que una de las mayores preocupaciones que mantiene es el intentar provocar una reflexión sobre el virus del escaparatismo en el que la educación está cayendo día a día. Es bien cierto que el ritmo de trabajo y el individualismo que esto genera no son, precisamente, los mejores apoyos para crear un proceso reflexivo que nos lleve a plantearnos cómo estamos desarrollando y sobre qué bases estamos poniendo en práctica, cada uno, nuestro particular proyecto educativo.

Acaban de salir los resultados de las famosas, y denostadas, Pruebas de Diagnóstico. Habrá centros cuyos resultados hayan mejorado y otros en los que no, pero en todos se supone que ha habido un período de reflexión sobre esos resultados a diferentes niveles: aula, ciclo o departamento y Centro. Hasta ahora todo lo que conozco se ha centrado en poner en marcha propuestas concretas, más o menos razonadas y fundamentadas, para corregir los fallos detectados. Sin embargo todas, al menos las que conozco, dejan de lado, ignoran, al que debe ser el principal objeto, y sujeto, de este proceso de mejora: el alumnado. Y no es un tema aislado. La educación que vivimos ha querido dejar de lado el conflicto como base primordial de la educación, el conflicto entendido como el proceso por el que ponemos en tela de juicio determinados contenidos, procesos, actitudes, etc...con la intención de provocar en el niño o niña una comparación entre su concepción del mundo y la que se le presenta, siempre enfocado a generar un conocimiento nuevo y con valor de uso. El niño o la niña siguen siendo, salvo honrosas excepciones, sujeto pasivo que pone en práctica determinadas tareas que, supuestamente, van a ayudarle en su formación, formación que prácticamente se reduce a una interacción entre texto (Libro de Texto) y cabeza, una relación de utilidad efímera del conocimiento adquirido, que se olvida una vez plasmado en el control de cada unidad.

Esto también es escaparate. Al final de cada curso presumiremos, o no, de nuestros resultados sin un planteamiento de para qué ha servido todo ese tiempo, si todos esos aprendizajes van a tener un efecto de construcción real en el desarrollo del alumno/a como persona. Y por eso, desde esta reflexión, me queda la duda siguiente: ¿ Estamos enseñando con nuestras prácticas docentes a articular el mundo interior del alumnado, o nos estamos reduciendo a ser una parte, menos visible quizás pero parte al fin y al cabo, de ese escaparate en que se están convirtiendo nuestros centros?

0 comentarios: