20.4.10

De cuentos...


Leía el otro día, bueno hace una semana, en La Voz de Cádiz el artículo que os copio después, de Rafael Marín, cuyo Blog, Crisei, os invito a visitar. Sinceramente disfruté mucho leyendo el artículo porque nos devuelve por un momento a esos instantes mágicos, intangibles pero perdurables en la memoria, de nuestros cuentos, de los ratos en los que, acomodados de cualquier manera, escuchamos o leímos aquellas narraciones, hechas para nosotros con un sentido didáctico que entonces no veíamos y que nos hicieron llegar luego al Jabato, a Mompracen e incluso a Macondo más adelante.

Por eso y porque la frase con que cierra el artículo es de las que, creo yo, merece estar en una recopilación de citas educativas me gustaría que disfrutáseis tanto con este artículo como hice yo.

NO NOS VENGAN CON CUENTOS


Resulta que ahora han descubierto que Blancanieves y Cenicienta y La Bella Durmiente y Caperucita son, (¿me atreveré a decirlo?), machistas. ¡A estas alturas del siglo veintiuno! ¿Pero es que antes no se habían dado cuenta?

Hay que leer más. Mucho más. Y remontarse a las fuentes de todo esto. Que no es Walt Disney, por mucho que nos parezca. Al folklore. O sea, al pasado. A otra sociedad. A otras épocas. A tiempos donde no existía la igualdad (como no existe todavía, pero esa es otra). Donde las historias se contaban de viva voz, y tenían un componente moral: donde lo que se contaba a los niños y a las niñas que escuchaban esos cuentos de sus madres y no de un DVD eran unas cuantas reglas básicas para guiarse por el mundo. Reglas básicas que, sí, son machistas, qué le vamos a hacer: tenemos una historia a las espaldas, todos y todas, que da mucho miedo. Y donde, en un mundo de guerras y saqueos la mujer era, con los niños y los viejos, el eslabón más débil de la cadena. Lo siguen siendo.

Los cuentos de hadas contaban unas cuantas cosas útiles: no te desvíes por la noche en el camino, no te fíes de los desconocidos que te paren, cuando te llegue la edad de ser fértil (que eso significa la sangre que arranca la rueca, eso significa el temor de Blancanieves y su refugio en la infancia que son los enanitos) no te líes la manta a la cabeza y te dejes engañar por el primer caradura que te salga al encuentro (entonces no existía, recordemos, la píldora). Y ten cuidado y hazte una casa de ladrillo y no de paja: era la forma de decirnos cómo te esquilman con las hipotecas.

Viejas consejas que recopilaron en gran parte los hermanos Grimm, las analizaron sesudos psicólogos como Bruno Bettelheim y las degradaron los dibujitos animados. Pero son cultura. Son historia. Hoy las niñas, no lo sabe el ministerio, no quieren ser Cenicienta: prefieren ser concursantas de Gran Hermano o protagonistas de Gossip Girl. Pero ahí manda el dinero y no nos metemos, claro.

Qué manía esta de arreglar el pasado, cuando lo que hay que alicatar es el futuro…

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