27.4.10

Enseñar ante la agresión. ¡Qué difícil!


En la página web del CEIP Luis Ponce de Rota, en Cádiz, he encontrado este artículo que firma José Manuel y que suscribo plenamente desde la primera línea hasta la última. Es penoso que nos tengamos que enfrentar a agresiones, insultos, desprecios cada día cuando luchamos por mejorar el futuro de los hijos e hijas de quienes nos agreden. Por eso es tan importante que haya personas como José Manuel, que hablen, que escriban, que nos transmitan lo que de verdad se siente cuando a un compañero, M. en este caso, es agredido, vejado e insultado precisamente por querer que ese comportamiento agresivo no se produzca.


Mi enhorabuena a José Manuel y mi solidaridad con M. Os invito a visitar su web y a dejar un comentario de apoyo. Os lo agradeceré y os lo agradecerán. En momentos como estos es cuando más se necesita un apoyo moral que luche contra ese sospecha latente de "que algo habrá hecho para que le agredan."



Enseñar a ser persona
José Manuel


Sábado, 24 de Abril de 2010


Sí, bajo este título se esconde una diferencia que a menudo nos olvidamos. El ser humano por naturaleza es un animal, pertenecemos al reino animal, pero tenemos una serie de diferencias sobre el resto de las especies animales como son nuestro razonamiento, capacidad para relacionarnos desarrollada, curva de aprendizaje más elaborada, etc..., que hacen que nos alejemos del resto de los animales. Conforme el ser humano hace uso de esas capacidades, adopta una serie de hábitos, acepta y pone en práctica las normas y valores aceptadas por la sociedad en la que convive, se va convirtiendo en persona o ciudadano de una sociedad concreta; en definitiva, se integra y comienza a ser miembro activo de dicha sociedad.

Cuando un ser humano no acepta o asume este tipo de normas, valores, etc.., en ocasiones no escritas, se va alejando del status de persona y se aproxima más hacia esa "otra" especie animal que es el ser humano, hacia sus inicios.

Toda sociedad establece una serie de mecanismos de defensa contra aquellos "supuestos" miembros que transgreden y violentan esos valores a través de unas normas y leyes que deben ser aceptadas por todos sus miembros para poder pertenecer a ella. Cuando uno de esos miembros vulnera esas leyes, se le sanciona o se le aparta del resto de sus congéneres; pero no obstante, se les ofrecen nuevas oportunidades para que se reinserte en ella. El problema deriva cuando el individuo no se integra por más oportunidades que se les dé. ¿Qué hacer? Lo siento, pero no está en mis manos poner en práctica lo que creo que debería hacer la sociedad. ¡Ah, sí! que la administración destine más recursos a estas "personas" (nótese mi sarcasmo).

Soy docente, no echo de menos el método del castigo físico en la escuela, que tuve que soportar, estoy totalmente en contra. Pero si echo de menos una cosa, la semilla que hace que una sociedad sea equilibrada y adulta: los valores y las normas.

Episodios como los acontecidos en los últimos días, no hacen más que confirmarme que en algo estamos fallando, y como miembro de esta sociedad alguna culpa tendré, pero me pregunto: ¿sólo yo?. Desde hace tiempo estamos siendo mirados con lupa, criticados en todas nuestras decisiones, amenazados, agredidos, ninguneados, coaccionados... y ya no sólo por algunos padres y madres, sino hasta por niños que episodios como el otro día han valentonado, con acusaciones de agresiones (se han demostrado totalmente falsas), con faltas muy graves, y subrayo lo de "muy graves", de respeto hacia el profesorado, etc... El profesorado en las escuelas representan la autoridad educativa, al igual que sus padres y madres deberían representar la autoridad en el seno de sus familias; autoridad que cuando estos niños sean mayores se van a encontrar en forma de jefes en los trabajos que desempeñen, en las fuerzas de seguridad, en la administración, en los jueces, etc..., y que al mismo tiempo, cuando sean padres y madres van a tener que desempeñar con sus hijos. ¿Les estamos preparando?.

Estos alumnos/as son el futuro de nuestra sociedad, ¿queremos realmente una sociedad así? Yo no, pero los docentes no podemos ser el puntal de la sociedad; es la familia la que debe desarrollar ese papel, y nosotros detrás o al lado, codo con codo, apoyando si queréis. Pero nosotros no podemos hacer el trabajo de los dos.

El otro día, hablando con un compañero, comentábamos la opinión popular (espero que no sea tan popular): "¡Mira los maestros, qué bien viven, lo mucho que cobran, lo poco que trabajan, las vacaciones que tienen!", y añadíamos: "Y ahora les pegamos ¡y encima se quejan!".

En nuestra sociedad, cuando se produce algún tipo agresión fuera de un centro escolar entre "personas", el agresor es inocente hasta que se demuestre lo contrario. En la escuela, cuando se produce una denuncia, el docente tiene que demostrar su inocencia, no se le presupone inocente, y ya sabemos lo que ocurre cuando hay un menor de por medio. Y aunque salga inocente, la sombra de la sospecha siempre quedará sobre él/ella.

A veces nos podemos equivocar, por supuesto, pero ¿quién no se ha equivocado alguna vez?, y sin embargo, cuando esto se produce sólo faltaría que nos arrojaran a la hoguera. Es cierto que trabajamos con un "material" muy susceptible para los padres y madres como son sus hijos/as ¡lógico!, pero realmente ¿se creen que estamos aquí para maltratar, insultar o humillar a sus hijos/as?. ¡Lo siento, pero a mí no me educaron para eso!

Yo también soy padre de familia, y aún no he visto una falta de respeto en ellos. La semilla se siembra y se cuida, hasta que se haga fuerte, dé frutos y salgan nuevas semillas. Cuando esa semilla se siembra en medio del bosque y no se cuida, las malas hierbas la rodean, los vientos doblan su tallo, sus raíces se descubren por las lluvias, los parásitos se incrustan en su tronco y sus frutos se púdren. Aquí hay que decidir: no valen medias tintas. Cuidemos esas semillas y tendremos un hermoso jardín.

Para leer un libro, hay que tocar las hojas al pasarlas; para escribir en un papel, hay que tocar el lápiz; para enseñar, hay que tocar al niño. El alumno/a es nuestro "material" de trabajo. Tocar la cabeza o el hombro de un alumno como gesto de aprobación por el trabajo realizado, que hacen que el alumno se esfuerce en su trabajo o que le refuerce su autoestima, están desapareciendo hoy en día, estamos perdiendo una valiosa "arma" para favorecer su aprendizaje; y todo ello, por las numerosas malas interpretaciones y problemas que este simple gesto puede acarrear para el docente. Y este es uno de los numerosos ejemplos que hacen que hoy en día la educación se esté volviendo fría y autómata, que desmotivan tanto al alumnado como al profesorado.

Durante los 30 minutos que dura el recreo, todos los alumnos del centro (300 ó 400) juegan, corren, chocan, saltan, ríen, se enfadan, lloran,... se producen caídas, golpes, heridas...; es normal, en casa los hermanos a veces se disgustan, juegan, ríen, lloran, se caen, se pelean, etc..., y no por ello, se pone en duda la capacidad de los padres y madres ni se les denuncia. En el centro, cuando se produce una pelea en el patio, que se desencadena en 10 segundos, en seguida se pone en tela de juicio la actuación del maestro/a. Cuando hay que intervenir en una pelea, a veces no vale con la presencia del maestro, sino que hay que separarlos; y para ello hay que agarrar al niño. Pues este simple hecho, se está convirtiendo en un dilema, ¡Uf, como lo agarre, el niño haga amago de soltarse, y le haga una marquita! chungo, mañana tengo un denuncia o viene Don Papá o doña Mamá a marcarme la cara. O al contrario, ¡Uf, como mire para otro lado y se partan la nariz! chungo, hoy mismo tengo una denuncia por no haberles separado o viene Don Papá o Doña Mamá a marcarme la cara. ¿Qué hacemos? ¿Cómo actuamos? ¡Ah!, luego vas a juicio y el señor juez te advierte: ¡Mucho cuidado con tocar a un niño! Habría que decirle entonces: !Señoría, es que yo no soy panadero!

Nuestro centro, es como una pequeña sociedad, donde sus miembros son nuestros alumnos, sus familias y sus profesores. Esta "sociedad" es una cadena, los eslabones la unen, la hacen fuerte; y cada eslabón que se suma, la hace más larga. ¡Hagámosla fuerte y gigante! ¡Hagámosles personas!

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