21.4.10

Más sobre cuentos.

Si la entrada de ayer me gustó, esta, de uno de mis maestros de cabecera, Carmelo, tampoco tiene desperdicio. Espero, como siempre, que la disfrutéis.




Cuento
Yo esoy con la Bibi. Bueno, con la Señora Ministra, Señora Bibi. Yo creo que es hora de revisá los cuento. Porque los cuento reflejan esterotipo de una sosiedá que está basá en errore y en planteamiento anacrónico. Toma ya. lo de planteamiento anacrónico se lo escuche el otro día a alguien y no termino de sabé lo que sisnifica, pero suena bonito. ¿Que no? Pero la cosa es que hay que revisá los cuento que les cuentan los cuentista a los niño. Y cuando hablo de cuentista no me refiero a los político, eso son cuentista pofesionale. Me refiero a los cuentista amater. Las mare, las abuela, los pare, las cuidadora de guardería que no le dan pastillita a los niño... Porque los niño se quean dormío con el cuento, pero en el fondo eso va empapando, va filtrandose por el selebro y despué pasa lo que pasa.



Por ejemplo, el cuento de los tré serdito. Eso es un gran rollaso. Ese serdo mayó que se pone a trabajá pa hasé una casa de ladrillo. Eso está fomentando la contrusión ilegá. Vale, con la casa se salvó lo del lobo, pero despué llegó el Ayuntamiento del pueblo que no le recalificó el terreno y no le recogían la basura. Eso le dio iguá porque como buen serdo, estaba a gusto en la porquería. Pero tampoco le hisieron el enganche de la lú y él tuvo que pagá el asfaltao del carrí. En el cuento los serdo deberían comprarse entre los tré un pisito en la calle La Rosa y pasá olímpicamente del lobo, porque nunca nadie ha visto un lobo en la calle La Rosa. Ademá, desde allí bajaban tó los día a La Caleta y ern má felise que un cochino en un charco.


Tampoco soporto el de la bella durmiente. ¿Quién es ese gachó, por mucho prínsipe asú que se llame pa dispertá a la muchacha que se ha echao una siestesita? Estamo fomentando el insosnio entre nuestros niño. Como el de La Senisienta. Lo de probarle el sapato no vale ná, porque el prínsipe jamá se habría fijao en los pie de la gachí. Tendría que haber ido probando sujetadore y la que mejón escote tuviera a esa se llevaba. Pa que los niño desde chico comprendan en qué se fijan los hombre y, asín, pueda ampliá el negosio el Corporasión Dermostética de la Avenida.


Otro cuento que hay que reinterpretá es el de Caperusita Roja. De momento lo del nombre. Lo suyo es que la protagonista fuera una piconera con la madroñera amarilla. Piconerita amarilla sería el cuento. Y, en este caso, nuestro personaje es una gaditana mu guapa que pasea por Cádi buscando a la comparsa de Juan Carlo. Por el camino se encuentra con un miarma que la invita a montarse en su coche e irse con ella pa vé la antología de Juan Carlo. El miarma estaba disfrasao como los de Araka y no se le veía ni el pelo engominao con los riso, ni la camisa con los cuello y los puño blanco ni la banderita de España en el reló.


La piconerita lo dudó. En verdá ella pensó que mejón que vé a los bohemio era vé a la antología entera. Pero no se fiaba. Por el cristá vio la carátula de un compa de los sobrino de Gine y eso la echó pa trá. Entonse le preguntó al miarma "¿Y quién va en la antología de Juan Carlo?" El miarma se quedó blanco como el culo de Iniesta porque a él lo que le iba era el Rosio y dijo "Po su grupo de siempre. El Ramoni, el Soleta, el Piojo,..." En ese momento la piconera se coscó de que la estaban intentando engañá y le dijo al miarma que se esperara un momentito porque iba a llamá a una amiga y se iban a ir las dó con él. Al miarma se le estaba poniendo ya la picha como el palo una sombrilla cuando aparesió por allí el Seisdeo, que era a quien en verdá había llamao piconerita y se llevó el coche del miarma que estaba mal aparcao con el miarma adentro.


Con esa nueva versión mostraríamo a nuestra juventú los peligro que sufren de caé en la perversión rosiera y feriante de los miarma y que el único y verdadero Carnavá está asquí en Cádi. Ademá, daríamo una visión má astiva de la mujé que no nesesita que venga el casadó a salvarla sino que ella sola se las apaña pa trincá al malvado miarma.


De toas forma, el cuento que a mi me da má coraje es el de la sigarra y la hormiga. Es el má importante de cambiá porque en ese cuento está alterao la escala de valore. Es un cuento impuesto por el pensamiento de la gente del norte que vive ná má que trabajá. Ahí estaba la pobre hormiga, sudando tol verano como un churrero en la plasa la alfalfa. Pero no por propia voluntá. Que si a la hormiga le bieran dao a escogé habría escogio la vida de la sigarra. Pero la hormiga estaba oprimia por el sistema ante el que no se podía rebelá, enmientra que la sigarra, sin en cambio, era libre y disfrutaba. La hormiga estaba blanca, que no descansaba ni los domingo, como un chino, pero la sigarra tenía un coló tostaito de haberse llevao to agosto con su guitarrita y su meyba en La Caleta.


Yo el cuento ese lo cambiaría por el del comparsista y el ofisiá de fabricasión de segunda. Érase una vé, en una empresa gaditana en la que había dó persona contratá. Una era un ofisiá de fabricasión de segunda fantástico que se moría por la empresa. El tío nunca se cogió una baja, hasía toas las hora seta del mundo y no se llevó ni un bolígrafo de la ofisina, ni un tornillo, ni un mono. Incluso pensaron alguna vé en asenderlo a ofisiá de fabricasión de primera, pero le pasó como al Hércule y al finá tó se vino abajo. A su lao estaba otro compañero, pero de este nadie sabía cuá era su grupo de clasificasión pofesioná, porque se llevaba má tiempo de baja que en el curro. Desde sestiembre ya tenía agobio y se cogía una baja por depresión que se quitaba, de a poco a poco, ensayando con su comparsa y, al finá de mé los dó resibían el mismo sueldo en la cuenta.


El ofisiá de fabricasión de segunda se corroía por dentro, pero pensaba que, si algún día había poblema en la empresa, los jefe largarían al comparsista y se quedarían con él. Festivamente, un día llegaron los poblema a la empresa y echaron al comparsista. Pero también echaron al ofisiá de fabricasión de segunda puntero. Los dó en la calle cobrando una paguita de por via. Ademá, como el comparsista era famoso po lo llamaban pa hasé unas colaborasione en unos pograma y se lo llevaba calentito en negro. Sin haberla doblao en su vida. Por lo que la moraleja está clara. El ofisiá hiso el carajote y al finá acabó peó que el comparsista que vivió la vida.


Ese es el tipo de cuento que nuestra juventú nesesita. Dejarse de rollo de la cultura del sacrifisio y el efuerso y disfrutá la vida que con cuatro día, uno está lluviendo y el otro hase levante. Como hiso el comparsista del cuento que, por supuesto, no tiene ná que vé con ninguna historia reá.

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