28.10.13

De docentes esquiroles y "maestros yoyas".

Reflexionando sobre la incidencia de la huelga de enseñanza del pasado Jueves no me reparo en decir que, como en las últimas movilizaciones, la huelga ha sido una huelga de estudiantes (que no asisten al centro escolar) pero no de docentes que sólo en una exigua minoría la secundan.

Vaya desde aquí mi gratitud a esa minoría vocinglera que aún intenta dejar oír su voz, frente a esa mayoría silenciosa (y no copio al presidente del gobierno) que mira hacia otro lado con las excusas más variopintas, y que lleva haciéndolo desde mucho antes de la crisis que parece ser es ahora lo más novedoso a la hora de justificar el quedarse en el centro con los compis mientras alumnado y un puñado de compañeros/as lucha por ellos/as.

Pues bicheando por internet me encuentro con este portal latinoamericano, Colombia Digital, y en el que me aparece esta reflexión de un compañero allende los mares, Álvaro Rodríguez, y que paso a copiar íntegra. Si lo queréis ver en el lugar original este es su enlace.

¿Hasta cuándo los maestros ‘yoya’?

¿Cuál es el papel del docente en la nueva era de la información?
Hace 12 años opté por un camino y por fortuna he tenido la oportunidad en ese recorrido de vivir y compartir experiencias muy interesantes que me han ayudado a discernir, reflexionar, construir y replantear en muchos momentos mi profesión y vocación: ser maestro.
Una vocación que implica una misión muy especial, la de compartir en el aula, en la escuela o desde el espacio donde el docente esté inmerso. Más allá de transmitir conocimiento en una cátedra, el objeto esencial de este oficio es formar integralmente a niños y jóvenes que sean capaces de interpretar sus contextos, de tomar decisiones y luego transformarlas, pero sobre todo brindarles las herramientas que mejoren la calidad de sus vidas y entornos gracias a la creatividad y emprendimiento orientadores.
Durante algunos años el maestro era sumamente valorado por la sociedad y en algunas comunidades era uno de esos personajes que definían, proponían y orientaban a la comunidad. Infortunadamente, con los años y muchas políticas públicas definidas desde los escritorios de Bogotá, donde brilla el desconocimiento del contexto de nuestros municipios y sus realidades, han terminado afectando la dinámica de una profesión que desafortunadamente, cada día está más devaluada a causa del abandono gubernamental, por conformismos y simpleza de algunos profesores.
Independientemente de los errores estatales y la indiferencia de la sociedad, hay un 'cáncer' que está acabando con la docencia y sobre todo con la posibilidad de subir los indicadores (otro mal nacional) de mejoras en la calidad: (son) las prebendas que aún se tiene con algunos maestros. Es lamentable encontrarse con personajes que reciben dos pensiones y con un salario aún en los corredores de nuestras instituciones educativas, simplemente esperando que se cumpla la jornada laboral sin buscar trascender e impactar en los procesos de enseñanza-aprendizaje de sus alumnos.
Algunos de estos docentes (por fortuna se rescatan un puñado de esos pensionados que aman el oficio) están dedicados a retrasar los procesos, vituperar a estudiantes, añorar y defender la pedagogía tradicional restándole espacio a nuevos enfoques, con supuestos estudios y especializaciones que solo se ven reflejados en los cheques mensuales y totalmente impositivos frente a las nacientes posibilidades pedagógicas que el universo educativo ofrece.
Es fácil identificarlos con frases como: "Yo ya me voy a jubilar (por tercera vez)... yo ya me quemé muchos años... yo ya no cambio y yo ya...para todo". Es cierto que ese 'yoyaismo' no es un delito y que sus pensiones las han alcanzado, cobijados por decisiones gubernamentales que no recaen en la ilegalidad y muy seguramente estos pesos mensuales fueron muy bien ganados, pero es lamentable que mantenerlos en la escuela sea perjudicial para los procesos educativos de esta y su quehacer pedagógico.
Qué bueno que el Ministerio de Educación a través de las Secretarías de educación replanteara los beneficios de seguir conservando esos 'pozos de sabiduría' que ya están secos, y por el contrario, les permitan dedicarse a disfrutar de sus merecidas pensiones. Las instituciones y los formandos necesitan de maestros positivos, con actitud, con capacidad de aprender y compartir y sobre todo de enseñar acorde a las necesidades de la sociedad y las herramientas que aparecen a diario.
Ojalá en nuestro sistema educativo encontremos otro tipo de maestro 'yoya', que siempre tenga en su actitud y sus labios la disposición de afirmar: "yo ya quiero trabajar, yo ya quiero aprender y yo ya quiero innovar".

Álvaro Rodríguez
Asesor en proyectos de TIC y educación para el desarrollo social

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