23.4.07

Día del Libro. III


Hoy se celebra el Día del Libro y como acompañamiento indispensable nos traerá la feria del libro que como cada año se habrá instalado en alguna plaza o edificio de nuestras ciudades, y servirá para que los literatos locales, algún amiguete de la capital y las editoriales, vuelvan a repetir el discurso de lo poco que se lee, de la falta de ayudas, del mal papel de la escuela en estas cosas de la lectura, etc... Realmente creo que sería un debate absurdo entrar a discutir si se lee poco (aunque se editen cada año más libros), si las autoridades conceden más o menos ayudas (¿para editar más?, ¿para más campañas?), o si la escuela está cumpliendo con su papel (¿puede?, ¿interesa?, ¿la dejan?).

Por tanto me limitaré a hacer referencia sólo a lo que como docente, creo, nos atañe: ¿qué les damos de leer a los niños?.

Cuando uno iba a la escuela sinceramente no recuerdo que me diesen un libro para leer. Recuerdo, eso sí, aquellas enormes y fantásticas antologías de SENDA, pero la memoria es selectiva y subjetiva, así que no creo que sea del todo válida esta referencia. Lo que sí recuerdo es que cuando llegué a una edad razonable de leer, digamos los 8 años (tengo marcada la fecha en algunos libros de la editorial Molino), me pusieron en la mano libros que pudieran tener algo que me enganchara a la lectura: aventuras (Los tres Mosqueteros, El Tigre de Malasia), Viajes (La vuelta al Mundo), etc... Lo que hoy podríamos decir "clásicos". No obstante no teníamos, al menos yo, esa fascinante ventana al mundo que es la televisión. No podíamos ver Mompracen ni un tren en la India, pero nos quedaba el recurso de imaginarlo. Hoy podemos verlo todo en el video club o en los documentales de la 2, aunque eso sí, no tenemos que poner nada de nuestro lado, ya está todo ahí.

Sin embargo creo que esto es un argumento excesivamente simplista y recurrente: la televisión madre de todas las derrotas del libro. No podemos olvidarnos de las grandes posibilidades que tenemos de usarla como elemento motivador. ¿Qué haría Sandokán en el Rocío?, ¿tendría cabida en esa aldea los malvados estranguladores thug?, ¿sabrían disfrazarse de rocieros?,... En fin ya todo esto lo decía Rodari hace muchos años y sigue siendo válido.

Pero siempre he creído que la lectura debe ser un arma de concienciación, de situar al niño en su mundo y en otros, haciéndole verlos y, lo que es más, haciéndole pensar. No leeremos algo que no nos provoque una reacción, estética o ética. Por eso creo que la gran derrota de los libros de hoy día, es que nadie escribe libros para niños/jóvenes usando un contenido adecuado que le haga sentirse dentro de ese mundo, que por otra parte conoce bastante gracias a la televisión, y le haga verlo con otros ojos. Fray Perico y su Borrico no son atractivos ni generan, más allá del mero trabajo escolar, ninguna reacción en quien lo lee.

A propósito de esto cito a Sashenka García, en un artículo suyo publicado en la revista BARATARIA N° 3; Bogotá, Grupo Editorial Norma, 2005, sobre Temas y autores del Realismo en los libros para niños y jóvenes. Cito directamente: "Hoy en día algunos críticos son partidarios de excluir la temática social de los libros para niños y ofrecer sólo materiales 'idealizados e inocentes' que no perturben la serena existencia de su corta edad; consideran positivo que los niños se mantengan en esa suerte de agnosis como un mecanismo de protección. Entonces, caben las preguntas ¿es preciso aislar al niño de la dureza de la realidad para preservar ese supuesto ideal de inocencia? O por el contrario, ¿se hace preciso ofrecer experiencias estéticas de calidad que le permitan sensibilizarse y desarrollar un criterio propio cercano a lo humano?"
(...) "Esta muestra de autores, ilustradores y obras permite dilucidar algunos aspectos importantes en torno a los libros para niños y jóvenes. En primer lugar, se hace preciso entender que la literatura representa, ante todo, una experiencia estética que debe invitar al niño lector a construir un imaginario propio, a la formación de criterios que le permitan discriminar, construir conceptos y valoraciones, desarrollar el gusto por la palabra y la sensibilidad. Por más compleja o difícil que resulte determinada temática, debe presentarse con honestidad y respeto por la misma y por el público lector. Es necesario dejar espacios para la recreación y la interpretación; no asumir posturas rígidas que conduzcan a un sentido unívoco de la realidad, sino que por el contrario se proponga la posibilidad de lo múltiple y el respeto a la diversidad; alejarnos del panfleto y el mal entendido didactismo. Al abordar temas sociales en la literatura para niños y jóvenes, los textos aquí mencionados contienen, en sus variadas formas expresivas, una propuesta subyacente: es preciso dejar abierta la puerta a la esperanza. Que el conocimiento del mundo sirva de detonante para la construcción de una realidad más justa, solidaria y tolerante
."
Con muy poco, pero usando el sentido común y la experiencia, sobran las palabras.

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