28.4.07

Día del Libro. V (Última cita)

Para terminar esta especie de monográfico sobre el día del libro quiero hacer dos cosas; comentaros algunas actividades conmemorativas de las que he tenido conocimiento y participación, qué remedio, y dejar como broche una cita.

No voy a recalcar que esta semana todos/as hemos estado de celebraciones diversas. Hemos ido a las bibliotecas donde había... ¡¡¡cuentacuentos!!! porque los libros, ya se sabe, están ahí siempre y para qué vamos a dedicar un día a abrirlos, tocarlos, olerlos, comentarlos, imaginarlos... Hemos ido a carpas donde los niños/as se han colocado globos con nombres desconocidos: Aleixandre, Cernuda, Gerardo Diego... o han coloreado sus caras y alguien les ha leído unos versos que no se han escuchado y no se les han explicado o jugado con ellos, porque las carpas multitudinarias no son el lugar apropiado para la lectura. También hemos asistido durante dos horas a tener a los niños/as sentados y, lo más importante, en silencio para escuchar a los otros compañeros recitar El lagarto y la lagarta, La canción del jinete, La canción tonta,... una y otra vez. Si después de todo esto les apetece leer, será a pesar de la escuela y no gracias a ella.

Así que os dejo como final de la entrada un poema de Jaime Gil de Biedma que tampoco es de la Generación del 27, nadie es perfecto, pero cuyos versos, ante tamaños disparates de supuesta animación, merecen una reflexión sobre lo que hacemos.

El juego de hacer versos

El juego de hacer versos
-que no es un juego- es algo
parecido en principio
al placer solitario.

Con la primera muda,
en los años nostálgicos
de nuestra adolescencia,
a escribir empezamos.

Y son nuestros poemas
del todo imaginarios
-demasiado inexpertos
ni siquiera plagiamos-

porque la poesía
es un ángel abstracto
y, como todos ellos,
predispuesto a halagarnos.

El arte es otra cosa
distinta. El resultado
de mucha vocación
y un poco de trabajo.

Aprender a pensar
en renglones contados
-y no en los sentimientos
con que nos exaltábamos-,

tratar con el idioma
como si fuera mágico
es un buen ejercicio ,
que llega a emborracharnos.

Luego está el instrumento
en su punto afinado
la mejor poesía
es el Verbo hecho tango.

Y los poemas son
un modo que adoptamos
para que nos entiendan
y que nos entendamos.

Lo que importa explicar
es la vida, los rasgos
de su filantropía,
las noches de sus sábados.

La manera que tiene
sobre todo en verano
de ser un paraíso.
Aunque, de cuando en cuando,

si alguna de esas noches
que las carga el diablo
uno piensa en la historia
de estos últimos años,

si piensa en esta vida
que nos hace pedazos
de madera podrida,
perdida en un naufragio,

La conciencia le pesa
-por estar intentando
persuadirse en secreto
de que aún es honrado.

El juego de hacer versos,
que no es un juego, es algo
que acaba pareciéndose
al vicio solitario.

Jaime Gil de Biedma


Aunque a lo mejor debiera haber citado a Cernuda, que sí es del 27, con aquellos versos propios y adecuados a estos "eventos"... Donde habite el olvido...

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