8.4.09

¿Educar para la crisis?


La entrada anterior me dejó dándole vueltas a unas cuantas ideas, no necesariamente relacionadas, fruto de esas asociaciones inusuales que nuestra mente tiene a bien hacer casi a nuestras espaldas.

Matar la creatividad en las escuelas no sólo depende del método, de los contenidos, del tipo de docente, etc... Va a depender también, y no descubro nada, de otros factores tan importantes como la visión que la sociedad tiene sobre qué es necesario que la escuela asuma como tareas básicas de educación.

En una cena con unos amigos salió, cómo no, el recurrente tema de la crisis. La postura que se defendía ardientemente por uno de los comensales es que todo este problema se habría solucionado mucho antes si la información que se hubiera puesto frente al ciudadano de a pie, hubiese sido mucho más cercana a la realidad, menos matizada y más cruda. Como ilustrativo ejemplo hacía referencia a las campañas que la DGT ha venido haciendo sobre los accidentes de tráfico y su notable reducción en los últimos años.

El debate se abrió, se hizo notar la presión de la modificación del Código Penal, los puntos, la mejora de las carreteras y de seguridad en los coches, etc... a la vez que nos planteábamos que el común de los ciudadanos no andamos muy sobrados de conocimientos económicos. Y hasta aquí todo hubiera sido habitual y previsible. Sin embargo, hete aquí, que una comensal, poco participativa hasta ese momento, pone sobre el mantel la pregunta de hasta qué punto la sociedad quiere recibir esa información. La verdad es que los argumentos de respuesta fueron muy pobres y absolutamente innecesarios cuando en su turno de réplica, argumento su idea inicial con un amplio abanico de ejemplos en los que demostraba que la sociedad actual no quiere ver los problemas cerca, quiere que se le solucionen sin que tenga que existir una implicación, un conocimiento, un mancharse las manos el propio individuo.

Ponía por caso el hecho de la muerte, aislada en hospitales independientemente del caso, y celebrada en asépticos e impersonales tanatorios que impiden el luto/duelo exclusivamente familiar, aumentando esa necesidad, cada vez más acuciante del ser humano actual, del sentimiento gregario, de no hacer algo sólo incluso los ritos más personales como los funerarios, a la vez que dejando en manos de desconocidos lo que antes era un proceso de integración y educación de los más pequeños en los aspectos más dramáticos de la sociedad, como la muerte, que lejos de ocultarse se entendía como un ejemplo de atención de la comunidad más cercana y una iniciación en los aspectos oscuros y desagradables de la sociedad, que hoy día se ocultan y por ende se impide su conocimiento y educación.

De ahí, decía esta persona, que aunque pudieran decirse con total seguridad los alcances de esta crisis, la gente no querría oírlos, igual que prefiere colaborar con una ONG que actúa a 5000 Km, que colaborar con un comedor asistencial que está junto a su casa, porque en el primer caso se siente bien sin implicarse, sin ver la realidad sucia de barrigas hinchadas, órganos mutilados, o el mal olor del vagabundo que lleva diez días sin ducharse durmiendo en el cajero donde saca el dinero con que pagar a la ONG.

En fin, que una semana de reflexión en la que uno parece no alejarse del día a día.

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