22.4.09

Hola con adiós.


Hace más de una semana que no dejo constancia de mi paso por este hijo virtual al que llamé El Pizarrín. Casi que no vale la pena poner excusas en el trabajo, los compromisos, la pereza, etc... porque sin duda ha sido una mezcla de todo lo que me ha mantenido alejado de él.

Muchas cosas han pasado desde esta última entrada. Ha habido cambios de gobierno, partidos de fútbol, aparición de revistas y herramientas educativas, etc... pero yo llevo varios días queriendo dejar constancia de un hecho que a mí, personalmente, me ha parecido importante: el fallecimiento de Corín Tellado.

Es curioso que una de las entradas que más aceptación ha tenido en el blog ha sido la que dediqué a D. Marcial Lafuente Estefanía, quien junto a Corín representó, en una España donde cada persona tenía las labores propias de su sexo, la posibilidad de escape, de vivir una realidad ajena a la que cada día se encontraba al abrir los ojos.

Escribir sobre Corín Tellado supone hacer un buceo en la memoria, pero no en esa memoria al detalle del costumbrismo, sino en la memoria sensorial, la que llenaba las mentes de los niños en aquellos finales de los 60 y primeros 70, cuando todo era algo a lo que buscar respuesta. Escribir sobre Corín Tellado es volver a imaginar el puesto que María Lozano tenía frente a mi casa, oscuro, tras cuyo mostrador había una mesa camilla y al fondo, en un trasluz tenebrista, tras una cortina a medio recoger, se encontraba la casa de María y su marido.Es recordar olores, voces, comentarios de las mujeres que allí se reunían en sus escasos momentos de asueto para cotillear lo que había pasado o podía pasar, y donde por unos céntimos o pesetas, cambiar una novela por otra, con el asesoramiento literario de quienes ya la habían leído.

Buscando en muchas antologías y/o historias de la literatura española nos encontraremos, que al igual que con D. Marcial, se ha hecho un vacío sobre estos escritores que no suelen ser nombrados, a pesar de que en el caso de Dª Corín, es la escritora más leída en castellano tras Cervantes, o que en sus mejores momentos vendía 100.000 ejemplares de sus "novelitas", en épocas en que supuestamente no se leía, pero en la que, como hoy, se necesitaba de un elemento que nos transportara más allá, que nos permitiera con sencillez entrar y participar de un mundo distinto, anhelado. Un mundo tan distinto al nuestro que sólo lo pudiéramos ver en esas novelitas, cortas, manejables, de fácil lectura que nos permitía tener un nuevo amor, una nueva identidad, una nueva ciudad, una nueva ilusión cada semana.

Pocas novelas de esta autora leí. Yo estaba educado en otro mundo y prefería leer las que mi abuelo hojeaba de D. Marcial. Y no voy a entrar en la calidad de dicha literatura, porque la calidad de un libro radica en lo que sea capaz de sugerir a quien lo lee. Bien es verdad que en sus libros las mujeres eran frágiles, bonitas,sensibles, esbeltas, de cuerpo escultórico. Y si nos pusiéramos a imaginarnos en otro mundo, ¿no nos gustaría ser así?

Tienen sus novelas un toque que podríamos decir que casi roza el erotismo:"las manos de su marido se perdieron ardientes en su cuerpo" o "sus dedos se perdieron bajo la bata" o"La besaba ya.Hondamente.Hurgando en sus labios".

También es verdad, que en contra de su propia vida real y de sus convicciones, utiliza una moral diferente cuando se trata de un hombre a cuando se trata de una mujer. Mientras el hombre puede, de hecho lo fomenta casi siempre, ser un juerguista mujeriego, la mujer se presenta, salvo excepciones, como inexperta, cándida, pura ,virgen y no ha conocido a ningún hombre antes que a su verdadero amor, con el que tras grandes sufrimientos, llega a la felicidad, todo ello en un ambiente lejano a la realidad de aquellos años, creando un decorado de lujos,fiestas, y ambientes románticos.

Valgan estas líneas para rendir un modesto homenaje a quien supo llevar a tantas y tantas mujeres, y algunos hombres, la posibilidad de sentirse otra, de poder vivir una realidad ajena que acababa al cerrar la novelita, pero que empezaba de nuevo en el kiosco de María Lozano al cambiar de novela, al cambiar de mundo, por unos céntimos, sabiendo que era un mundo de bolsillo, un mundo que cabía en poco espacio, el que dejaba salir el mundo real, ese mundo que Corín Tellado supo cambiar con sus novelitas, a pesar de que hoy, nadie quiera recordarlo.

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