2.6.08

Junio y los libros.


Hoy es el primer día lectivo del último mes del curso escolar:Junio. Desde hoy comenzamos a poner en marcha lo prefijado en el calendario escolar: evaluación final, memoria, inventarios, relleno de los documentos del alumno/a, revisión del estado de los libros de texto, etc... Un mes agotador en el que el calor, la feria de la localidad, la cercanía de las evaluaciones y de las vacaciones, que ya se vislumbran casi en la punta de los dedos, hacen que cada año, cada final de curso, sea más acelerado.

Por lo pronto hoy me planteaba el hecho de qué hacer el año que viene respecto a los libros de texto. Nunca he sido un buen y fiel seguidor de lo que en ellos se programa, antes bien se me podría clasificar/calificar como anárquico y poco disciplinado en este aspecto; siempre me he saltado páginas, alterado el orden de las lecciones e incluso obviado las mismas, he añadido otros textos, otras visiones, otros instrumentos, que en ocasiones me han ayudado y en ocasiones han perdido un poco a los chavales, pero ¿qué sería de la educación si no buscásemos otros caminos y nos dedicasemos a seguir la senda marcada por las editoriales a través de sus textos?

Últimamente vienen sucediéndose una serie de debates sobre el libro de texto y su necesidad que, si bien no son nuevos en el mundo educativo, sí aportan una nueva visión. Si antes se debatía sobre sustituir los libros de texto por traer información de varios lugares: otros libros, peródicos, enciclopedias, personas entendidas, etc... hoy se plantea sustituir el libro de texto por material multimedia educativo, del que en la red podemos encontrar un sin fín de ellos.

El pasado 21 de Mayo se publicaba en El País este artículo de Manuel Rodríguez Rivero titulado De buena Tinta (electrónica), en el que venía a plantear que nos encontramos en un momento de máximo interés por los libros puesto que el momento actual suena a "campanas de duelo" en una clara referencia a cómo el libro tradicional está siendo desplazado, en ciertos contextos, por la ingente cantidad de material multimedia que comienza a fagocitar nuestro mundo:

...precisamente ahora, cuando no hay que ser un recalcitrante apocalíptico para darse cuenta de que el papel estelar del libro como objeto privilegiado de conocimiento le está siendo usurpado por otros soportes que lo terminarán desplazando del centro del sistema de comunicación a una zona próxima a su periferia
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No hay que llorar por ello. O al menos, no más de lo que lo hicieron nuestros antepasados cuando el rollo reemplazó a la tablilla, el códice al rollo y el volumen impreso al manuscrito. Y, tranquilos, no hace falta que desbaraten su presupuesto acaparando "libros-libros" por si escasean en el futuro: seguirán en el mercado (y en las bibliotecas) y vendiéndose en las librerías (en las que resistan la presión de hipermercados y libródromos) mucho después de que todos nosotros hayamos desaparecido. Pero convendría que la industria se fuera tomando en serio -y sin catastrofismos- que estamos asistiendo a la más radical de todas las revoluciones de lo escrito. Kindle, el invento de Amazon (más de 20.000 unidades vendidas al mes en Estados Unidos), y su competencia llegarán a Europa (al Reino Unido antes) en los próximos dos años. Razonablemente baratos, y con sus pantallas de tinta electrónica y tipos de letra e iluminación regulables, su potencial de conectividad, su peso razonable (300 gramos) y su cualidad de bibliotecas portátiles (hoy, hasta 200 libros), editables y renovables, los expertos esperan que su implantación sea casi tan rápida como la del iPod y similares. O los editores se ponen a digitalizar sus catálogos y a ofrecer el producto a precios competitivos, o en muy pocos años sus almacenes rebosarán de carísimas tablillas cuneiformes que seguiremos comprando los más viejos, los más nostálgicos o los más elitistas. No sé si me explico.Conviene que la industria editorial se tome en serio que asistimos a la más radical de las revoluciones de lo escrito
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En definitiva se hace necesaria una reflexión, más concreta, más de fondo, sobre qué decisión vamos a tomar en nuestras aulas respecto al trabajo diario y a ese soporte que, desde la invención de la imprenta hace más de 500 años, ha venido siendo nuestro báculo. No se tratará de reinventar el material a trabajar, sino aplicar una nueva mentalidad acorde con el mundo diario en que se desenvuelven nuestros alumnos/as, un mundo claramente multimedia muy alejado del tradicional texto+fotografía+actividades que siguen propugnando los libros de texto tradicionales.

Ello va a conllevar un nuevo rol del docente. Ahora más que nunca debe ser un facilitador del aprendizaje, un medio de contacto entre los conocimientos del alumno/a, los contenidos del aprendizaje que se pretenden trabajar, y el mundo que les rodea a ambos y del que necesariamente han de salir los recursos, los medios para que ese aprendizaje se haga significativo y real.

Es en este cambio de mentalidad sobre nuestro papel donde realmente vamos a encontar más problemas; romper una dinámica de siglos en la que el docente estaba instalado en su tarima desde la que, como "experto", transmitía sus saberes, para instalarnos en otra forma de trabajo más cooperativo, en la que el alumno/a puede, usando los mismos instrumentos que el docente, proponer, buscar, espacios, lugares de trabajo, que presentar como los que ha presentado su maestro/a, y discutir de las bondades de cada uno, eso, sí que va a suponer un serio problema adaptativo en la docencia. El resto, el cambio de libros a material multimedia, lo harán las editoriales cuando de ello obtengan un beneficio económico claro, y convenzan a los políticos de turno de las ventajas de este cambio.

Y mientras yo revisando el estado de 23 libros distintos de cada área, encima de la mesa. Un comienzo tradicional del mes de Junio.

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