19.3.07

Aromas.


Nuestra mente es un enorme cajón de recuerdos de los que muchas veces no sabemos que están ahí, y sólo cuando un estímulo exterior nos los hace presentes, nos retrotraemos al momento en que dicho estímulo se nos quedó grabado.

Las habitaciones, los lugares, las personas, tienen un aroma especial y particular, cada una el suyo. Cada aroma que nos llega, cada lugar que visitamos y nos recibe con su olor particular, se nos queda dentro de ese gran disco duro que lleva nuestra memoria, o bien nos devuelve a ese mismo sitio pero en otra circunstancia, en otro tiempo.

Si cerrásemos los ojos, podríamos oler nuestras antiguas aulas del colegio. Olor a lápiz Alpino, a virutas de lápiz derramadas alrededor de la papelera junto a la puerta, guardando un misterioso y estable orden de colores, formando una abigarrada y olorosa paleta. Olor a goma Milan de nata, circunscribiendo los cuadernos y los lápices en un archipiélago inventado de quita y pon. Olor a colonia de niño y a libros nuevos. Olor a pasillo vacío cuando el maestro nos dejaba ir al servicio durante la clase. Olor a nuestra infancia, encerrada en el papel de estraza que envolvía nuestros bocadillos. Olor a la tiza prohibida que quemaba en nuestras manos al escribir en la pizarra “Juanito cabezón” o “Pedro y Ana”, mientras el maestro estaba fuera. Olor a trompo, a lima, a juegos olvidados. Y es que a veces el olor queda y la vida se va.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, bueno... Muchas garcias¡¡¡
¡ Qué bien viene ! La verdad sea dicha; una reflexión como ésta. Sobre todo despues de un dia;o dos; donde la estupidez im pera.
¡ Qué buenos recuerdos !.